Gunnar

En mis sueños escuché una voz
- ¿Habib, te gustaría esta cebolla
o solo un trozo de ella?
Ante esto me sentí con una gran inquietud
¡Esta enigmática pregunta
era la pregunta de mi vida!
¿Preferiría la parte al todo
o el todo a la parte?
No, quería ambos
la parte del todo así como el todo
y que esta elección no involucrara una contradicción.

Gunnar Ekelof
.

Nube limada

Uno

Salgo a matar palomas a la intemperie
para sacarme el mambo de la ciudad
asesinando cosas. La fascinación
como un humo potente
se despliega: ahora mismo
te cambiaría la sed
el garrón y el aburrimiento
por un gran tiburón blanco
si me arranca el corazón
¿que tal?


Dos

Me gusta mirar como encienden el fuego
la pirámide de madera
y el tubo de papel de diario
en su interior
una buena imagen espiritual
una cosa esencial dentro
de otra cosa
hasta que al fin llegan las luces
y estallan
como un poltergeist cotidiano.


Tres

Los cordones de la zapas se van manchando
de sangre y barro. Un balde
verde sin manija
donde se arroja la grasa
diáfana de la parrilla
donde se escupe el sueño
y los cartones de vino Bowen.
Lo que ahora persiste
es la transpiración
humo
y fútbol. Salvo Rubén
quien lee a Auden
apoyado en una banqueta
a la que le falta una pata
y tambalea: hilos de madera seca
anudada en Misiones
por un descendiente de Quiroga
con la piel curtida y veinte
kilos de mate en la garganta.


Cuatro

El hijo de Rubén le acaricia la rodilla
a su padre que deja de leer a Auden
sentado en la banqueta
y le pregunta papá
porqué el viento
no hace sombra. Rubén
sabe que Auden no podrá ayudarlo
y si aun viviera le diría darling
yo no sé nada
toda mi vida amé a un ingles llamado Chester.


Cinco

En el borde de la pileta
uno de los chicos observa
como sus pensamientos
flotan en el agua
como pelotas de goma.


Seis

Lo que haría falta
en esta quinta de Leloir
es que lleguen de una vez por todas
containers gigantescos
repletos de sensaciones exóticas
desde algún lugar de Hungría
o Finlandia.


Siete

Es la hora de la siesta
los cachorros de rottweiller dormidos
sobre la cerámica del living
parecen chiches.


Ocho

Me fui a caminar por el jardín
y me senté en el pasto a fumar
entonces algo
reventó en mí
recordé una colección de barcos
abandonados sobre el río
y fotos de piletas en desuso
con imágenes de pequeñas ballenas
estampadas en el mármol
de la casa paterna.


Nueve

Pego el auricular con cinta scoch
a la base del mp3 y el sonido
arde. Los restos del asado
y los platos sucios
se acumulan sobre la mesa.
Más allá la gente nada crol.
Mi frontera personal la camuflo
calzándome una gorra de Los Ángeles
Lakers para evadirme
de toda percepción,
me desalojo hacia lo íntimo
y pido una cosa
estallo, qué
baje el sol al fin
que la noche venga y dispare
ondas de choque
en mi dirección.

.

Berlín

Conocerte es lo único que me faltaba para completar mi educación. Quiero más de la vida hardcore a tu lado, en discotecas y bares, arrastrarme por el piso para que en un momento de iluminación me digas: "si estoy dispuesto a violarte en el baño". "Pero solo por un breve lapso". Y: "Por favor no me llames".
Quiero más de la vida hardcore de Berlín. Gente apretada como ratas en una lectura de poesía que tiene lugar en un sótano. Los poemas son buenos, estoy entusiasmada. Ahora vamos por una avenida, son las tres de la mañana. El clima es cruel. Aparentemente esta es una zona de vientos.
Quiero más de tus manos duras, quiero más alcohol y drogas.

Cecilia Pavón en Pink Punk

El encuadernador salvaje

Todo trabajo es el destino. Finalmente
me estoy convirtiendo en el espacio
donde practico mi profesión: mientras
otros se transforman
en bóvedas heladas
o vagones de tren
a mi se me encastran
los cuños de plata en los dedos
y son estos dedos
los que doran fechas y nombres
indelebles sobre el cuero
rústico de mi jornada laboral.
Hay que aprender a tolerarse
a uno mismo con paciencia.
Sin embargo esto asusta
cada día más: me encorvo como
estos rodillos de cartón, como el
moaré púrpura
me vuelvo delicado al tacto
al huracán de los cambios
y la intemperie. Sin embargo sé
que nadie podrá
interceder ante mí:
el ritmo de trabajo
de un encuadernador
es imperturbable.
.

Erica García

Así fue que un día le pregunté
a mi amigo Felipe si sabía
en qué andaba Erica García;
me contó que trabaja
en un bar de Reykiavich
que toca su guitarra y canta
los viernes por la noche
rabiosas versiones de los Talking Heads.

Parece que Erica
sigue editando discos calientes
para las gélidas almas
de los muchachitos de Europa;
se ha cambiado el color de pelo
por un rojo exuberante y se hace
llamar Anneli
cuando toca en pelotas
su guitarra eléctrica.

Algunas noches compone
historias de surfers brasileños
otras se gana un sobresueldo
en la zona roja
de la capital de Finlandia.
Su novio es un mercenario polaco
de ojos celestes llamado Jarro Bongo
amante del heavy metal
y del sexo duro.

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