Biografías

Los suicidas, que raro, trabajan
siempre, viven, en las biografías
hasta el final: como si no fueran a
hacerlo, como si a ellos también
sorprendiera el desear, de pronto,
la muerte.

"Hizo esto y aquello; trabajó,
tuvo el hijo y después, en los ´70
se suicidó" dice la biografía.

Un hueco de escalera, un arma
inoportuna, el tren raudo, las mujeres,
su veneno, la asfixia, las arterias
descuidadas.

Los suicidas, pero qué raro, hasta el
último momento como si los
sorprendiera haciendo cosas, la muerte,
como quien intenta.

Es el relato que propicia esos
efectos, que estupidiza, simplifica
la absurda confusión de cada vida
suicidada que pasa, como de
repente, a la parte baja de un tren.

Cecilia Eraso
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Autobombo

Un cuento mío en la revista-ese.
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Bosque en llamas

Esta intrincada red de ramas y reflejos es nuestro hábitat.
Aquí edificamos, en el fuego. Y una ola más pura que el aire,
más clara que el agua, socava los cimientos.
Abre la ventana: el bosque en llamas.
Pisa el umbral: la vida camina sobre las brasas.
Aquí edificamos, en el fuego. Y alrededor,
un orden nuevo condenado a morir,
un orden viejo condenado a nacer.
Abre la ventana, la vida al rojo.
Pisa el umbral: ceniza celeste.
Aqui edificamos, en el fuego. Y el alma,
como un pavo real, abre su cola en el incendio.

Horacio Castillo
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Marina


Marina Kogan (1982-2011)


Franca

Me convertí en una ballena
franca austral rebozada de lonjas
de carne suave y húmeda
con bigotes como cables
de estaño y una dentadura
hermosa e incandescente
salpicada por esquirlas de atún
y membranas de pez.

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¿Queres ser mi clubber?

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Tanzania

Mi amigo se mudó hace algunos meses a un ph en el barrio de Floresta. Tiene 3 ambientes agradables, un patio, mucha luz. Se compró un bulldog llamado Dillon, que usa un collar de cuero negro con tachas brillantes. El patio está repleto de caracoles y, como esquineros, hay cuatro sapos de cerámica gordos y con los ojos saltones, color violeta, que su madre le regaló para que absorban toda la mala onda que esté dando vueltas. También hay, literalmente, una docena de lianas cruzando el jardín que, sobre todo de noche y con altas dosis de bebidas espirituosas ingeridas, hacen pensar en la jungla de Tanzania.

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Alternativas

Con vos no tengo plan B
un plan B
es para los sobrevivientes
de un avión que se estrella
un talk show
que cae en el minuto a minuto
para una estrategia de guerra
en el starcraft. Es lo que se hace
cuando lo que se hizo
se vuelve humo tornasolado
lo que deberías
hacer, lo que en realidad
debió haberse hecho
desde un primer momento.
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Las drogas

A lo mejor el estilo de vida frenético tenía mucho que ver, pero yo tenía un sistema a fines de los ‘60. Tomaba un barbitúrico para despertarme, un subidón recreativo en comparación con la heroína, aunque igual de peligroso a su manera. Ese era el desayuno. Un Tuinal, inyectado, así pegaba más rápido. Y después una taza de té caliente, y después considerar si levantarse de la cama o no. Y más tarde a lo mejor un Mandrax o un Quaalude. De otra manera, tenía demasiada energía para quemar. Así que me despertaba despacio porque tenía tiempo. Y cuando el efecto se va, después de unas dos horas, te sentís más relajado, tomaste el desayuno y podés trabajar. Y a veces tomaba tranquilizantes para seguir adelante. Cuando estoy despierto, sé que los tranquilizantes no me van a dormir, porque ya dormí y porque es difícil dormirme. Lo que hacen es suavizar mi camino para los siguientes tres o cuatro días. No tengo intenciones de volver a dormir por un tiempo y sé que hay suficiente energía en mí que, si no desacelero, voy a quemar antes de terminar lo que sea que tenga que terminar, en el estudio, por ejemplo. Usaba las drogas como equipamiento. Rara vez las usaba por placer. Al menos, esa es mi excusa.

Keith Richards
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Un pibe con una remera de los Stooges

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Mientras Felipe subía al bus se puso a pensar en las mascotas que había tenido a lo largo de su vida: un dálmata, una tortuga a la que el doberman de un vecino le arrancó la cabeza, una cruza de galgo que se murió bastante joven a causa de un cáncer en las tetillas. Una vez en su asiento, se preguntó si no se había equivocado, quizá ese no fuera el micro que iba para Gualeguay, entonces, para salirse de dudas, giró su cuerpo y buscó con la mirada a las chicas que habían hablado sin parar durante todo el viaje y se tranquilizó al encontrarlas leyendo una revista que tenía en la tapa a Mariano Martínez. Se durmió imaginando que esas chicas no eran las chicas que él pensaba y que en unas pocas horas se iba a despertar en la estación de ómnibus de Bahía Blanca o en algún lugar muy choto del partido de la costa.

Para llegar al camping municipal atravesó el centro y caminó unas cuantas cuadras bordeando el río. Después de armar la carpa compró una cerveza descartable, 200 gramos de queso de máquina, 100 de salame y 100 de jamón cocido. Tenía un discman y unos parlantes, eligió un compact y le subió el volumén al tope. Se acostó en el pasto pensando en la posibilidad de viajar a otro país en caso de que algún equipo de fútbol lo fichara: Valladolil, Costa Rica, el sur de Brasil, Moscú. De pronto, por la playa pasaron dos hombres a caballo, se acercaron a los yuyos que crecían sobre el agua amarronada y los animales comenzaron a patear un bicho o una serpiente. Felipe se acercó y observó, debajo de los cascos, un reptil chamuscado patas para arriba, color verde y con los ojos hinchados. Escuchó que los hombres decían seguí, seguí, debe haber más. Entonces los caballos trotaron por la arena y se perdieron de vista.