Pasajes y reversiones del hombre murcielago


En la novela gráfica Knight fall -traducida aquí como La caída del murciélago- Bane no solo derrota a Batman, sino que lo deja moribundo, sangrando y con la espalda rota en el medio de una avenida de Ciudad Gótica. Lo que sigue después es la lenta recuperación de Bruce Wayne, recluido en su mansión durante meses bajo un estricto tratamiento médico, hasta su renacer, tanto físico como espiritual. Recuerdo especialmente una viñeta donde Alfred y Robin destrozan a mazazos un Porsche para luego arrojarlo por un acantilado: la truculenta excusa para explicar las lesiones que había sufrido Wayne. Bane, como se aclara en el cómic, es el primer villano que vence a Batman en un combate cuerpo a cuerpo. No es, sin embargo, la primer derrota de Batman, pero sí la más terrible por sus secuelas anímicas.

En Batman, el caballero de la noche, Christopher Nolan y su hermano adaptaron La broma asesina, entre otras historias y subtramas del universo Batman, y recuperaron parte del gran plus de aquella miniserie: el Guasón y Batman aparecían hermanados en un continuum de locura y perversión, en el límite mismo de la enfermedad psiquiátrica. Batman era representado como un esquizofrénico sumamente violento; del Guasón poco hay para agregar.

En El caballero de la noche asciende, Nolan vuelve a retomar no una sino dos novelas gráficas: la antemencionada Knight fall y No man´s land, que narra el hipotético fin de Ciudad Gótica. Ahora bien, entre la segunda parte de la trilogía y esta última entrega puede leerse un pasaje notable con respecto al eje temático y el núcleo conceptual de cada film: del terrorismo psicológico que ejercía el Guasón -tal vez el mejor villano de todo DC Comics-, al poderío físico y el débil imaginario proletario de Bane. Sin dudas se trata de un villano algo anacrónico y superficial, lleno de músculos, un verdadero prodigio del fisicoculturismo.
Históricamente todos los villanos clásicos ideados por Bob Kane se manifestaban como tales en el plano de la locura: el Guasón, el Pingüino, el Acertijo, Harvey Dos Caras, el Espantapájaros: personajes deteriorados por una crisis personal, alterados psicológicamente, pero con mentes criminales maestras. Cada uno funcionaba como símbolo de la otredad. El villano, aquí, es el otro absoluto, es decir, el monstruo. Bruce Wayne, atravesado por la rasgadura de la muerte de sus padres, es el otro, pero el otro que conserva su lugar dentro de la sociedad -aquí la máscara, el necesario alter ego- o bien que protege los lineamientos del statuo quo social. Este es un punto que Batman jamás podrá poner en crisis: su superpoder, como todo el mundo conoce, no es otro que su dinero.

Ahora bien: ¿por qué Nolan decide, después de transitar la locura y un enfrentamiento en el plano psicológico o mental, con todo lo que ello implica, después de dar forma a una película extraordinaria -El caballero de la noche-, por qué, entonces, decide trabajar con una historia cuyo eje conceptual descansa en la confrontación física? En esta transición aparece el primer signo de fracaso de la película. Los efectos de esta decisión argumental son múltiples.
En primer lugar, como nunca antes en una película de Nolan, el guión está lleno de incongruencias, problemas argumentales y personajes mal delineados. Al mismo tiempo, el corte que puede leerse entre una película y otra con respecto a su eje conceptual también revela, en su desfasaje, otros transformaciones curiosas: el caso más notable es el de Marion Cotillard, que pasa de ser una mujer hermosa, engalanada con vestidos de seda a convertirse, sobre el final de la cinta, en una verdadera guerrillera de vestuario y pose militares.

Otro punto interesante es el declive dramático de El caballero de la noche asciende. Hay varias escenas de un potencial enorme sumamente desaprovechadas: el abandono de Alfred -esto se ve reflejado, increíblemente, en dos escenas que involucran, ambas, el portal de la mansión: Wayne no puede entrar, no se ha llevado su llave; Wayne, por la mañana, debe recibir personalmente a Blake, como si el único atributo de Alfred fuese ser su mayordomo o amo de llaves- la crisis moral del Comisionado Gordon, el renacimiento espiritual de Batman, la pérdida total del patrimonio de Empresas Wayne.

El éxito de una saga o trilogía descansa, en parte, en el arco narrativo de cada una de sus historias y la manera en que estas se entrelazan con las obras precedentes. Parte de este engranaje descansa en los vínculos: ninguno de los vínculos que Batman estrechaba en El caballero de la noche crecen en esta última entrega: ni con el Comisionado Gordon, ni Alfred ni con el personaje de Morgan Freeman. Han pasado ocho años pero, en realidad, no ha pasado nada. Lo mejor de la película son los nuevos personajes: una gran Anne Hataway interpretando a Gatúbela y un encantador Tom Hardy (Blake) que es el corazón mismo de la cinta. Nuevamente, la interioridad, el trabajo fino y preciso con los rasgos sentimentales, son un obstáculo indisoluble para una cinta que no abandona jamás su preocupación por la exterioridad y la musculatura.

Un ítem final merece el villano: de Bane nada se conoce verdaderamente hasta el final. Aquí el personaje crece, cobra matices, vericuetos, hondura. Pero es demasiado tarde. Ya pronto todo va a terminar. La máscara le impide a Joseph Gordon-Levitt humanizar a Bane, enriquecerlo más allá de su mirada, sus músculos, una voz penetrante y cavernosa. No es casual que sus dos enfrentamientos con Batman sean peleas cuerpo a cuerpo, sin artefactos, vehículos o estrategias. Batman, de manera insólita, por primera vez, necesita de un ejército (de policías) para derrotar a su némesis. Batman, antes de su choque con Bane, ya no se prepara moral, espiritual y reflexivamente -como ocurría en Batman Inicia, bajo la tutela de Ra's al Ghul- sino que realiza sentadillas y flexiones de brazos en una prisión absurda para recuperar la tonicidad muscular de antaño.

Nuevamente: ¿por qué Nolan decidió cerrar su trilogía con una película cuyo arco narrativo se alimenta del deterioro, la puesta a punto y la confrontación física? Un misterio que va muchísimo más allá del alter ego de Bruce Wayne. 

Publicada en el último número de Esto no es una revista.

El conquistador de lo inútil

Iquitos, 17/1/81

"Rodaje. De nuevo huelga en la ciudad, pero todo esto no parece tan serio como lo habían agrandado los rumores hasta enormidades febriles. El agua subió tan alto que penetró a través de la plataforma de mi choza. Un almohadón flotaba. Por la mañana, cuando me metí dentro de los pantalones, los sentí fríos y extraños. Los di vuelta y salió un sapo."

De Conquista de lo inutil, diario de filmación de Fitzcarraldo, por Werner Herzog. 
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