Me engalano




Dentro de un rato me voy a la Usina del Arte. Habrá un cocktail para escritores, un mural para sacarse fotos (¿?) escenas donde actores interpretarán algunos relatos, finalmente, una premiación. Según la grilla de actividades, los ganadores tendrán entre 30 segundos y 1 minuto para agradecer. Habrá combis para el regreso. Creo que va a ser divertido.

Desde Río de Janeiro

Viajen a pie, el mundo se deja comprender para los que caminan. Esto tiene mucho más valor que pasar cuatro años en una escuela de cine. Manténganse alejados de los Estudios. La Academia es el enemigo. Va a matar sus instintos. En lugar de ir a la escuela trabajen como chofer de taxi o como guardaespaldas en un club porno, hagan lo que sea para ganar el dinero para hacer películas. Pero sobre todo lean. Tienen que leer. Lean y lean y lean. Pero no teoría del cine: lean poesía, libros que enseñen sobre la profundidad del mundo. Si no leen, nunca serán cineastas.

Werner Herzog

Morphine: Viaje al fin de la noche

En la palabra morfina, entendida más allá de la idea de narcótico o analgésico opiáceo, aparece cifrado el concepto de un paisaje extasiado y onírico, casi sonámbulo. Mark Sandman –hombre de arena, literalmente– confesó en una entrevista: “Mi apellido es como los castillos que hacen los niños en las playas. Siento que vivo de imágenes que se construyen y destruyen en un solo día. Como Morphine, tengo algo de ensueño”.

Sandman fue el ideólogo, líder espiritual y vocalista de Morphine, agrupación de culto oriunda de Boston, Massachussets, que configuró uno de los sonidos más particulares de la década de los 90. Es más: distanciándose del movimiento grunge, donde las guitarras tomaban el protagonismo sonoro, Morphine se convirtió en un trío experimental, influenciado por el free jazz, el blues y la introspección rítmica –la música entendida como generadora de estados anímicos– para conformar uno de los sonidos más interesante del underground de la escena norteamericana de fin de siglo y, más tarde, puentear la música del nuevo milenio: sin dudas el indie y el post-rock le deben muchísimo a Morphine.

A principios de la década de los 80, el tour de force de Sandman alrededor del mundo fue bastante curioso y ayuda a comprender algunas cosas: hay fotos suyas a bordo de un barco pesquero, recorriendo la costa Atlántica de los Estados Unidos, manejando un taxi, leyendo a Allen Ginsberg, visitando amigos, posando en la banqueta de un bar en Madrid, acodado a la barra en un pueblo desconocido, deambulando por una jungla en alguna parte de África. Al regresar a Boston, encaró un proyecto de rock y blues alternativo llamado Treat Her Right y más tarde, en 1989, dio forma a Morphine, quienes editan su primer disco, Good, en 1992. A este le seguirán otros tres: el extraordinario Cure For Pain (1993), Yes (1995) y Like Swimming (1997).

Las influencias que Sandman supo metabolizar son múltiples: el bebop y el blues más un descreimiento de los sonidos de su época, sumado a una línea interpretativa basada en la improvisación musical y líricas con un fuerte apoyo en la literatura, desde la Generación Beat hasta Paul Auster o Charles Bukowski. En este sentido, no es nada raro que Morphine haya participado, por ejemplo, en el soundtrack de Kicks Joy Darkness, disco tributo a Jack Kerouac. En relación a la música de la banda (en una entrevista que puede encontrarse en YouTube), Sandman explica: “No importa si no sale perfecto. Es más válido el sentido que la perfección. Eso es lo que me gusta del jazz de los años 50 o 60. Thelonious Monk, Miles Davis tienen muchos errores y no importa: se pasa y la música continúa. Me gusta eso. Es más vivo, más espontáneo. En las grabaciones somos más perfeccionistas y creo que no es bueno. Espero que en nuestros próximos discos tengamos más errores".

Morphine, entonces, es un combo que va desde John Coltrane y Miles Davis, pasando por los Pixies, para recabar en el salón de los crooners legendarios de la música contemporánea: Tom Waits, Nick Cave o Leonard Cohen. El resultado es un power trío seco, intimista, profundamente visceral y vampírico, donde a la batería de Billy Conway se le suma el bajo de dos cuerdas de Sandman –dos cuerdas que, tensionadas, producen casi la misma nota– y el saxo barítono de Dana Colley, quien en ocasiones lo intercambiaba por un saxo soprano, tenor o bajo. Las guitarras se vuelven completamente prescindibles y el saxo puede tomar la posta. Esta es una de las maravillas del sonido de Morphine. Otra son sus letras: paisajes nocturnos, shots trágicos, una poesía especialmente visual, creativa y tenebrosa. Por último, la voz arenosa, subterránea y profundísima de Sandman. El combo de Morphine es letal y funda una variable musical dentro de los estereotipos del rock americano: el low rock o rock intimista, como lo llamaba Sandman.
 
En 1999, en un concierto en Palestina, Italia, Sandman muere de un ataque al corazón mientras cantaba “Supersex”. Una muerte trágica, inesperada, que desmembró a la banda. Después de Morphine, Dana Colley y Billy Conway fundaron Twinemen junto a la cantante Laurie Sargent. De Morphine quedan discos de estudio, una serie de recopilaciones, grandes éxitos y un B sides que editó la banda en 1997. Se está preparando, además, un documental que repasa la historia de su líder: Cure for pain: The Mark Sandman story
 

El cocinero

Acaba de salir del horno el número 23 de Esto no es una revista: El cocinero. Si miran bien, van a encontrar una nota sobre Morphine y su lider, Mark Sandman (que la gloria abanique tu garganta, Mark) que escribí hace un par de meses. Bon apetit.