Las cosas, dentro de la ciudad, se suceden como los flashes informativos: rutilantes, acabados y sin conexión. Las calles se cortan. Un barrio se inunda. Un hombre se arroja del balcón. Un jefe de gobierno casi muere ahogado con un bigote postizo. vivir dentro te hace perder perspectiva. La tormenta llega cuando la tenés sobre la cabeza. vivir fuera, en cambio, es la gloria. Te hacés amigo de la almacenera. Aun cuando no sepan tu nombre, todos los vecinos saben que tu perra se llama Renata. Uno siente cómo cada cosa en la naturaleza llega en un goteo. Las hojas se desprenden en un striptease lento. El frío se arrastra de a pasos pequeños, en el avance prematuro de cada atardecer. Los pájaros, las mariposas, los bichos bolitas, ni conciben la idea de vivir dentro. Si pudieras comunicarte con ellos, si pudieras contarles cómo es tu vida en la ciudad, se te reirían en la cara. Pensarían que venís de otro planeta.
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