Acá empieza otra historia, en la casa de la abuela. Ella y yo tomamos mate a las cuatro de la tarde, pronto va a oscurecer. Yo tengo nueve, diez años; ella va a cumplir setenta y usa palabras que ahora no me acuerdo. Gerardo se aburre en el patio de al lado, todavía tengo un perro al que le gusta quedarse echado entre mis pies a la siesta. También hay ruidos y olores pero no todo tiene una forma, un lugar en la memoria. Primero me llega el olvido de los ruidos, después el de las palabras. El olvido que me viene es redondo, blanco, poroso, infinito: está hecho así para que uno pueda llenarlo con carradas de ruidos nuevos, mentiras. Me quedan, entonces, imágenes mudas, colores sin nombre; después les pongo el ruido y los olores que quiero, como si escribiera en un membrete.
Hay el olor a tierra mojada, el ruido del motor de una bomba que levanta agua; cosas ciertas que vienen de adentro de algo. Ahora acomodo la espalda en el respaldar de mi silla y miro el cursor latiendo en el centro de la pantalla. Tengo que contar una historia y todo lo que está alrededor porque nunca sé si lo importante es lo que tengo por historia o lo otro, el paisaje.
Entrerrianos, Damián Ríos.
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Hay el olor a tierra mojada, el ruido del motor de una bomba que levanta agua; cosas ciertas que vienen de adentro de algo. Ahora acomodo la espalda en el respaldar de mi silla y miro el cursor latiendo en el centro de la pantalla. Tengo que contar una historia y todo lo que está alrededor porque nunca sé si lo importante es lo que tengo por historia o lo otro, el paisaje.
Entrerrianos, Damián Ríos.
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2 comentarios:
Me da much envidia tu libro nuevo.
Decí que ligué los pornosonetos.
Claro, ligaste a Ramón Paz, no es poco. Igual, dps te lo presto!
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