Por supuesto las mujeres siempre eligen, con un instinto desconcertante, los momentos más terribles para terminar una relación. Sus despedidas siempre parecen ocurrir como los asesinatos, cuando menos se las espera. Habrá una nota en la mesa de la cocina, apoyada contra la azucarera, justo el día en que, más enamorado que nunca, uno le trae una orquidea envuelta en celofán; o lo dirá caminando por la avenida, mientras uno la abraza por la cintura y le habla entusiasmado sobre una casita que vio en venta a media hora de Nueva York. Son anuncios que parecen calculados para caer los días de cumpleaños, cuando uno cree estar muy feliz o cuando se está dando un baño de inmersión, cuando la casa está más en paz que nunca, o cuando uno pasea por el jardín, disfrutando de la promesa de un hermoso atardecer. Ella esperará hasta el momento exacto en que uno se incline a oler las rosas y piense que, después de todo, es una chica esplendida, y se sienta completamente convencido, y la vida de a dos le parezca, pese a las pequeñas peleas y diferencias, muy pero muy buena, para lanzar la bomba desde detrás de los rosales.
Alfred Hayes, In love.
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Alfred Hayes, In love.
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3 comentarios:
No sé porqué me hizo reir.
como que una huele que lo bueno no está bien, que la carpita es muy romántica pero ahí viene el vendaval
Hay que ser jodida para terminar con un pibe dejándole una nota al lado de la azucarera. No lo prueben en sus casas.
Y el "después de todo", de la última oración es muy lo más.
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