"La historia de Singajik,
con sus respectivas variantes, se encuentra presente en casi todos los clanes
esquimales. A veces refiere a un traficante de aceite, a un exiliado o un
asesino. Más curioso aún es que su nombre suele cambiar y a veces adopta el de
un muerto reciente, siempre que las circunstancias de su fenecer sean
misteriosas. La explicación es simple: es un honor – para el muerto,
naturalmente –que lo individual consigne lo colectivo, especialmente en forma
mitológica, lo que convierte al sujeto en parte de la memoria del pueblo
esquimal, mas no sea de manera momentánea. La funcionalidad es preservar el
mito y la enseñanza: un asesino, un desclasado o un traficante da muerte a sus
perros lobos, motivado por causas siniestras. La mitología posee su propia
carga didáctica: reforzar el carácter sagrado de los perros lobos y dotarlos de
una inteligencia y una simbología temeraria. No lastimarás a tu perro lobo, de
lo contrario ellos tomarán venganza de ti cuando menos lo esperes, es la cifra que
se esconde detrás del símbolo."
Ralph Linton, “Mitología
del pueblo esquimal”, en Cultura y
personalidad, Editorial Nuevo Mundo.
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