Algunas cosas se saben y otras
se aprenden con el tiempo
para el señor Miyagui
ya estaban abiertas las puertas que a Violeta
le brindó un pequeño libro que explicaba
milenarias tendencias orientales
ejercicios de relajación y técnicas
para vivir cien años. Como también
detallísimas instrucciones para hacer
bonsáis: en el jardín de su casa
sobre una mesa de madera construida
a desnivel que brilla
ante el reflejo del sol
les recorta la raiz de alimento
cuando se cumple el quinto mes
poda con amor y paciencia
sus ramas finas y les da forma
con una pinza de mango celeste.
Violeta no está encerrando los años
sino la consecuencia de esos años:
las miniaturas
con su pequeño temblor
y su pequeño flujo de savia
una especie de limo ancestral
evolucionado por la dinámica
del capitalismo occidental.
Pasa un año, pasan dos
pasan cinco años: Violeta
envejece; es natural
así son las cosas
pero quizá para sentirse viva
se somete al embrujo
de indistintos hobbies: tarjetas,
macramé, tejidos
adornos en arcilla, bonsáis.
Siento que con Violeta jamás pude
torcer sus raíces
equilibrar con armonía los años
y sus efectos.
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