¡Gran inauguración!

¡Inauguramos este proyecto salvaje!


Escape a Plutón es un club de libros que todos los meses realiza una selección de lo más salvaje de la literatura mundial.    
 
Ante la cada vez más amplia oferta de libros, la conformación de grandes conglomerados editoriales, megalibrerías y la lenta desaparición de la figura del librero, Escape a Plutón se sitúa en un espacio de discusión e intervención cultural, al tiempo que busca dar a conocer distintas propuestas editoriales y autores.

Creemos que hay muchísimos libros luminosos aguardando a ser leídos, autores fascinantes y editores inquietos que tienen fe, como nosotros, en el poder transformador de la literatura. Nos impulsa una idea: convertir la lectura en un viaje delirante a través del espacio. Creemos en exacerbar el imaginario. En llevarte, como a un cosmonauta urbano, al último planeta del sistema solar: Plutón. 
 
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El cine como política pública

El pasado 22 de mayo, la Corte Supremade Justicia de La Nación fijó el 7 de diciembre de este año como fecha límite de aplicación para el artículo 161 de la Ley de Comunicación Audiovisual, el cual se refiere al plan de desinversión que deben encarar las empresas que excedan el límite de licencias establecido por la ley. De esta manera, la Corte se pronunció en contra de las reiteradas medidas cautelares presentadas por el Grupo Clarín, obligándolo, en el plazo de los meses restantes, a adecuarse a la normativa vigente.
Ahora bien, más allá de este punto, la Ley de Medios viene actuando dentro del entramado cultural y, especialmente, en lo que respecta a la producción audiovisual y a la industria cinematográfica argentina. El crecimiento cuantitativo en la cantidad de películas nacionales estrenadas en los últimos años, alcanzando el notable récord de 101 en el 2011, sitúa a la Ley de Medios como uno de los agentes que complejizaron y enriquecieron el panorama cinematográfico nacional. No es el único, naturalmente: el sistema de fondos públicos, administrado por el INCAA, y la llegada y la expansión dela TV Digitalson otras de las variables que posibilitaron el pasaje de la radical independencia del nuevo cine argentino de principios de los años 90 a la situación actual de incentivo y multiplicación de la producción.

Ley de Medios Audiovisuales

Una de las novedades de la Ley de Medios Audiovisuales es que establece la obligatoriedad de una serie de cuotas de producción nacional y productos genuinos de cada medio (cuya importancia es especialmente positiva para los medios regionales, muchos de los cuales orientaban su programación a la retransmisión de contenidos de los grandes medios de Buenos Aires) para conservar la licencia. De esta manera, los canales de televisión deben cumplir con una cuota de un 60% de productos nacionales y con un 30% de producción propia, incluyendo informativos locales.
Es más: el artículo 63 de la Ley establece que las emisoras no pueden cubrir con contenidos ajenos más del 30% de su programación. El objetivo, como se ha dicho, es evitar la centralización y la monopolización de determinados medios, además de fomentar la producción nacional y evitar la configuración de medios semivacios o desiertos. Un dato estadístico más que ilustrativo: las señales de cabecera —Telefe, El Trece—, antes del 2009, concentraban el 86% de la programación que circulaba por todo el país.

Rol del Estado: el cine como política pública

La expansión de la TV Digital—la cual abre no solo múltiples posibilidades de exhibición sino, fundamentalmente, novedosos dispositivos cinematográficos y nuevas ventanas de producción audiovisual—, junto con el sistema de fomento público y la Ley de Medios, abren un interrogante: ¿Cuál debe ser el rol del Estado en lo que respecta a la producción cinematográfica? Asociada a este punto, surge otra pregunta: ¿De qué manera articular las políticas estatales con la dinámica productiva del sector privado?
El jueves 22 de mayo, Generación Política Sur organizó un debate sobre la actualidad del cine argentino, que contó con la presencia de Hernán Musaluppi (secretario general de la Cámara Argentina de la Industria Cinematográfica), Hugo Castro Fau (productor en Lagarto Cine) y Juan Arcaute (Centro de Investigación y Producción Audiovisual-CEPIA).
Sobre la incidencia del Estado en relación con la industria cinematográfica nacional, Hugo Castro Fau opina: «En Argentina, el logro importante que llevó adelante el polo audiovisual de cineastas fue que el Estado articulara políticas cinematográficas entendiendo que había que aplicar recursos estatales para quebrar con un mercado oligopólico. Y a partir de ahí, el Estado argentino no se monta en el negocio, sino que apunta, en principio, solamente al fomento. Se entendió que el mercado estaba tan absolutamente oligopolizado que era imposible para un productor audiovisual, incluso hoy en día, recuperar la inversión solamente con la explotación del mercado».
Naturalmente, la intervención del Estado es no solo necesaria sino esencial para lograr la fractura de los oligopolios y, en consecuencia, la apertura del mercado, configurando así nuevos espacios y posibilidades para la producción audiovisual. De esta manera, se da la interacción de dos esferas, la privada y la pública, generando redes dentro de la sociedad civil que producen, a su vez, industrias culturales de manera autónoma. Sin intervención estatal —nuevamente, a través de la Ley de Medios o la política de subsidios—, la industria cinematográfica se paraliza.
Un caso paradigmático, por ejemplo, es Uruguay, donde no existe fomento estatal. Otro caso, el de México, cuya política audiovisual se presenta marcada por su propia idiosincrasia. México, que tenía una política cinematográfica muy progresista, la reemplazó por acuerdos comerciales con Estados Unidos, industria a la cual le cedió sus cuotas de pantalla, con la consecuencia directa de que la Ley de Cine de México desapareció. Por el contrario, tomemos el caso de Corea: el boom del cine coreano (finales de la década pasada) se dio cuando el Estado estableció una cuota de pantalla superior al 50%.
Ahora bien, sobre la interrelación entre el sector público y privado, Fau comenta: «Donde el Estado piensa “Le estoy dando plata a esta persona para que haga su película”, está asumiendo el discurso mundial audiovisual de la Paramount Pictures. Si el Estado, dando un paso adelante, aplicando políticas para romper con un mercado oligopólico, por ejemplo, apuntando al rol del productor que, en base a la participación estatal en un proyecto particular, cede los derechos de antena de su proyecto para la televisión digital abierta o para INCAA TV, en tanto el productor pueda seguir aplicando una estrategia de negocios para sus proyectos y para el resto de las ventanas de comercialización, adopta una posición progresista. Ahora, si la política estatal cinematográfica y audiovisual tiende a que el Estado se quede con el 100% de todos los derechos, de todos los territorios, de todas las ventanas de todo el mundo, se genera una complicación en relación a la producción de redes culturales en la sociedad civil y de sectores de producción de resistencia audiovisual».
Ya se ha dicho: la intervención estatal y la articulación de políticas públicas en relación con el campo cinematográfico han generado un pasaje extraordinario en los últimos años, cuyo resultado visible y cuantitativo lo demuestran esas 101 películas estrenadas el año pasado. Lo mejor, seguramente, está por venir.

Publicado en El gran otro

Animal de invierno

Otra vez es tiempo de ir a la montaña
a buscar una cueva para hibernar.
Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son como huevos vacíos donde recojo mi carne
y olvido.
Nuevamente veré en las faldas del macizo
vetas minerales como nervios petrificados, tal vez
en tiempos remotos fueron recorridos
por escalofríos de criatura viva.
Hoy, después de millones de años, la montaña
está fuera del tiempo, y no sabe
cómo es nuestra vida
ni cómo acaba.
Allí está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro
en su perfecta indiferencia
y me ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia.
He venido por enésima vez a fingir mi resurrección.
En este mundo  pétreo
nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo
y me tocaré
y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña
sabré
que aún no soy la montaña.

José Watanabe

Detrás de escena: el lado oculto del teatro San Martín

«Los camarines, la mayoría, el año pasado no tuvieron agua caliente. Los baños se rompen. No se hace mantenimiento en el San Martín», me cuenta un trabajador que prefiere reservar su nombre, mientras recorremos los pasillos del Centro Cultural General San Martín (CCGSM). Las paredes están descascaradas, hay vidrios rotos y olor a humedad. «Tanto Maquinaria como Luminotécnica se traen sus materiales ellos: martillos, pinzas, destornilladores. Se lo traen los mismos empleados para poder trabajar, porque no hay insumos», me explica.
Continuamos. ¿Y la situación gremial? «No podría decirte que el gremio está asociado al macrismo, porque cualquier ente te lo va a discutir. Pero nunca hay dinero, y se solucionan cosas muy pequeñas. Hace años que no hay un aumento correspondiente, no hay una estructura acorde. Un planta permanente de tercera cobra nada más que 500 pesos menos que uno de primera, por ejemplo».
Después de recorrer cuatro subsuelos y una docena de pisos, salas que nunca terminaron de remodelarse, espacios clausurados, paredes descascaradas y montículos de basura desperdigados en los rincones, atravesamos un pasillo angosto y subimos por una escalera caracol hasta el techo del CCGSM. Acá, sentados sobre el concreto, continúa la charla: «No se compran los materiales a tiempo. Se compran telas que no son de buena calidad, y trabajamos con materiales podridos. Estamos trabajando con un telar que llegó el viernes para una obra que se estrena mañana, cuando tendría que haber llegado hace quince días. Nosotros no podemos hacer nada con eso: llega y tenemos que producir. Estamos dos semanas sin hacer nada, venimos a cumplir horario, nos miramos las caras, y después, en un par de días, tenemos que tener listo todo. Además, como las obras vienen terciarizadas, entran con un presupuesto del cual solo conocemos la mitad».
Desde arriba se vislumbran la fachada espejada del teatro y el ajetreo inacabable dela calle Corrientes, cuatro gigantescos tanques de agua y, a lo lejos, en una ventana del mismo complejo, una bandera en la cual se lee «Sala tomada». Se trata dela sala Alberdi, un espacio que funciona desde 1980 en el sexto piso del CCGSM y que se encuentra en estado de toma permanente desde el año 2010, por parte de la Comisión de Alumnos, Exalumnos y Amigos. Un año antes, en 2009, el director general del CCGSM, Marcelo Birman, disolvió la cooperadora que se encargaba de la gestión y organización de talleres y muestras, disolviendo así el 60% de los talleres y trasladando los cursos restantes a otras dependencias; suspendiendo, además, la difusión de las actividades dela sala Alberdi.
Ante la situación de toma, el Gobierno de la Ciudad presentó una orden de cierre y desalojo (a la cual la Comisión respondió con una orden de amparo) y, más tarde, una auditoría de los bomberos —con fecha del año 2009— que indicaba la reparación obligatoria de ciertas estructuras dela sala. Apesar de que la justicia determinó idéntica reparación, nunca se llevaron a cabo las tareas ni se dispuso, para los 400 alumnos que cursaban en los 30 cursos que ofrecía la sala, un espacio similar durante la puesta a punto.La sala Alberdies emblema de la situación de abandono estructural, ahogo presupuestario, terciarización productiva y deterioro sociocultural que sufren el CCGSM y sus trabajadores, a la vez que refleja la dinámica de la política cultural del PRO y, naturalmente, del ministro de cultura porteño: Hernán Lombardi.

Salas teatrales públicas

Según el Sistema de Información Cultural de la Argentina (SINCA), entre las 427 salas teatrales que posee Buenos Aires se encuentra el Complejo Teatral San Martín, integrado por los teatros De la Rivera, Alvear, Regio, Sarmiento y San Martín, compuesto, a su vez, por tres salas: Martín Coronado, Cabanellas y Casacubierta. A su vez, el Centro Cultural San Martín —una estructura de dos edificios que dan ala calle Sarmiento, interconectados a su vez con el teatro— conforma un complejo de producción y formación técnica que abarca departamentos de Sonido, Vestuario, Luminotécnica, entre muchos otros. Es decir: el CCGSM es la verdadera fábrica de teatro que sostiene las producciones que después se trasladan al teatro San Martín. Ahora bien: para entender el entramado teatral de la ciudad de Buenos Aires y, más precisamente, el futuro de los espacios culturales porteños y el rol que el Estado debiera tener como gestor cultural y sostenedor de los espacios de formación artísticos, es esencial profundizar en la situación actual del teatro San Martín y el CCGSM.

La fiesta de Von Buch

Hace poco más de 2 años, en mayo de 2010, el empresario argentino Andrés von Buch alquiló el teatro San Martín para una fiesta privada, por la cual pagó 80 mil dólares. Por este motivo, se suspendieron las funciones del día en las salas Cabanellas y Casacuberta, se tapió la fachada del teatro con un friso, y se montó un gran operativo de seguridad y organización. En aquella oportunidad, Valeria Pérez Pardilla, encargada del área de Marketing y Relaciones Institucionales del Teatro, declaró: «Es comprensible que se recurra a estos métodos. No hay nada que ocultar: estamos teniendo problemas financieros importantes».
Sobre esta cuestión, dos puntos a tener en cuenta: en primer lugar, la perspectiva ideológica de un gobierno que, más allá de la coyuntura económica, percibe la cultura (igual que la educación y la salud) como un gasto. En segundo lugar, las palabras de Pardilla revelan un proceso de desfinanciamiento crítico, que atraviesa tanto al teatro General San Martín como al CCGSM, más allá de que el Teatro sea la cara visible del Centro Cultural. Por ejemplo, en octubre del año pasado, Macri «inauguró» el Teatro con las fachadas restauradas y una marquesina nueva.
Ahora bien, en el año 2005, el entonces jefe de Gobierno de la ciudad, Aníbal Ibarra, inició tareas de restauración del teatro San Martín, las cuales continuó su sucesor, Jorge Telerman. Mauricio Macri, en cambio, las suspendió indefinidamente por falta de presupuesto.
Las noticias en relación con las reformas edilicias y la puesta a punto del teatro y el CCGSM se remontan al 2010, cuando Macri anunció obras de restauración por un costo total de 10 millones de dólares. Este proceso de inversión (que niega las dificultades financieras porteñas) ha sido destinado, según el Ministerio de Cultura de la Ciudad, a la creación del Centro de Desarrollo Multimedia (un laboratorio de experimentación multimedia combinado con un área de servicios de realización) y el Núcleo Audiovisual de Buenos Aires (NABA): un espacio de10.000 metros cuadrados, estructurados en 6 subsuelos. Es decir: un espacio con escasa relación con el CCGSM y cuya dimensión productiva continúa siendo desconocida. ¿Cuál es la inversión completa, según trascendió desde el propio CCGSM, para la obra? Unos 40 millones de pesos en infraestructura y 8,8 millones de pesos en equipamiento.

La ideología del vaciamiento

Mientras —en un claro intento por mercantilizar la cultura y vaciar y privatizar los espacios públicos— el Gobierno de la Ciudad invierte 48,8 millones de pesos en el NABA y el Centro de Desarrollo Multimedia, aportados en gran medida por el Banco Interamericano de Desarrollo, que pretende refuncionalizar el CCGSM para priorizar al sector privado,la sala Alberdienfrenta un fallo de desalojo y traslado obligatorio. Al mismo tiempo, el CCGSM y todos sus departamentos afrontan desde hace años un verdadero proceso de desfinanciamiento y vaciamiento artístico-cultural.  El CCGSM se encuentra completamente abandonado estructuralmente, sin mantenimiento edilicio, con camarines sin agua caliente, áreas cuyas tareas de restauración han sido suspendidas indefinidamente, compañías (danza) que llevan adelante su trabajo en espacios inadecuados, sectores clausurados, como el de vestuario, con lo cual los elementos son alquilados en dependencias privadas.
¿Cuáles son las consecuencias de este proceso de terciarización y privatización del espacio cultural público? Departamentos donde los trabajadores deben llevar sus propias herramientas, por falta de insumos; insumos (latas de pintura) completamente podridos, tecnología obsoleta (compacteras en el área de Sonido), y el declive del capital simbólico y el prestigio que supo tener el CCGSM como espacio de producción y formación teatral.
Finalmente, bajamos por la escalera y emprendo el regreso. Me queda una última pregunta: ¿Qué es lo que esperabas cuando entraste el San Martín? «Yo entré porque pensé que era un lugar emblemático para trabajar. Después te quedás, aunque no sabés bien por qué. Estructuralmente, este teatro es increíble. Pero cada vez hay mas trabajadores que solo piensan en jubilarse, cobrar su plata e irse».




Publicado en El Gran Otro

Una industria enrarecida


«Los editores no somos eternos», expresó hace pocos meses Jorge Herralde, en una entrevista concedida a Página 12. El legendario director de Anagrama —que, a lo largo de cuatro décadas de historia publicó una envidiable lista de más de 3000 títulos y apostó, cuando aun no eran figuras consagradas, por autores como Roberto Bolaño, Paul Auster, Enrique Vila-Matas o Tom Wolfe— daba precisiones sobre la reciente adquisición de la casa editorial española por parte del grupo milanés Feltrinelli: en el marco del período recesivo que atraviesa la médula económica europea y, tal vez, por motivos biológicos (Herralde ya cuenta con 75 años) el grupo Feltrinelli aumentará su coparticipación en el paquete accionario de Anagrama hasta alcanzar el 49 % en el año 2015. Mientras tanto, Herralde se mantendrá como director editorial. Otra frase de aquella entrevista, llevada adelante por Silvina Freira, es digna de resaltar. Herralde declara: «Mucha gente pensaba que el destino lógico de Anagrama, como el de tantas otras buenas editoriales, era acabar en los brazos de Random o Planeta. Pero no hubiera estado en consonancia con la trayectoria editorial de Anagrama terminar así. En cambio, con Feltrinelli es diferente».

 ¿Feltrinelli o Planeta?

De las declaraciones de Herralde se desprende una pregunta: ¿qué diferencia existe entre un grupo editorial como Feltrinelli de otro como Random House o Editorial Planeta? ¿Cómo es eso de que tantas buenas editoriales han sido traspasadas a sus esferas editoriales? Veamos: en el sitio oficial de Editorial Planeta (de capitales españoles) figuran los distintos sellos que conforman su entramado editorial. La lista es sumamente extensa: Emecé, Seix Barral, Espasa, Destino, Minotauro, Ariel, Temas de hoy, Crítica, Paidós, Joaquín Mortiz, Bronce, Ediciones Destino, Noguer, Libros Cúpula, Esencia, entre muchos otros. Como puede verse, una verdadera corporación global. Otro caso interesante es el de Sudamericana. Editorial Sudamericana (de capitales argentinos) fue comprada por Plaza & Janés (española), a su vez adquirida posteriormente por Mondadori (italiana) y más tarde por Random House (estadounidense) para al fin pasar a manos del todavía más poderoso grupo Bertelsmann (alemán). Algunos de los sellos que la conforman son los siguientes: Lumen, Debate, Mondadori, Sudamericana, Grijalbo, Electa, Montena, Collins, Debolsillo, Plaza & Janes, etcétera. Este tipo de engranaje global no es nada nuevo: en los últimos quince años, el poder de los grandes grupos ha ido en aumento, devorando pequeños y medianos sellos, asimilando criterios y lineas editoriales, tornando cada vez más conservadores los catálogos y, dirigidos por financistas, orientando estos a la máxima rentabilidad posible. Aunque en la Argentina las librerías independientes han florecido en la última década, a gran escala, las megaeditoriales también son dueñas de librerías, como el caso de la compradora de Anagrama, Feltrinelli, que posee más de 100 locales en Francia que, naturalmente, colocan en primer plano sus novedades. En nuestro país, por su parte, Editorial El Ateneo es dueña de las cadenas Yenny, El Ateneo y la red digital de venta de libros Tematika. Una maquinaria semejante, aunque a mayor escala, configura el Grupo Clarín, quién ha adquirido parte del paquete accionario de Cúspide, con trece librerías en Capital Federal, Córdoba y Santa Fe, librerías Fausto, a lo que se suma su red Librocity. Además, Clarín está asociado al grupo Prisa (España), dueño de Santillana, Alfaguara y Taurus. Esta gran concentración editorial crea un escenario bastante previsible: la edición de libros masticados y repetitivos, best sellers y literatura barata, además de textos oportunistas. Naturalmente, desaparecen los escritores noveles: Random House, por ejemplo, no edita libros cuya previsión de ventas no alcance los 60.000 ejemplares.

 Boom editorial

A partir de 2003, la efervescencia política, la ampliación del marco de discusión y el incremento de la participación ciudadana generó un marco de consumo cultural en relación a libros de temática sociopolítica. El análisis de la línea editorial de Planeta evidencia cierta perspectiva ideológica pero, además, un claro posicionamiento mercantil. Editoriales como Planeta conocen que su público lector, especialmente en determinados núcleos temáticos, está representado por sectores de clase media-alta. De esta manera, determinadas publicaciones tienen su éxito de ventas asegurado. Así podemos enumerar desde publicaciones con una clara impronta marketinera y partidista que buscan exprimir todo valor simbólico que aun conserva el concepto libro, como Hagamos futuro, biografía política del ex gobernador de Chubut, Mario Das Neves, Sin reservas, de Martín Redrado, De Tomas Moro al hambre cero, de Eduardo Duhalde o Mejor que decir, de Florencio Randazzo y Zonceras argentinas y otras yerbas, de Aníbal Fernández. También aparecen libros como El flaco, de José Pablo Feinmann o Matrimonio igualitario, de Bruno Bimbi. En otro rincón, se ubican libros tan dispares, en sus propuestas como en su rigor periodístico, como El dueño o El y ella de Luis Majul o la serie de El kirchnerismo póstumo de Jorge Asís y los dos tomos de Peronismo, de Feinmann. Ante esta enumeración, una obviedad: nadie puede ignorar que la cultura esta hoy subordinada al lucro y a la ganancia privada.
Ante este escenario, son hoy las pequeñas y medianas editoriales (o editoriales alternativas) las que publican lo más interesante del panorama literario actual: Entropía, Mansalva, La bestia equilátera, Pánico el pánico, Santiago Arcos, Eterna Cadencia, Nudista, Planta o Caja Negra, editan a autores que van desde Cesar Aira, Fabián Casas, Celine, Luis Chitarronni o Claire Keegan hasta poesía, autores cordobeses (Eloisa Oliva, Federico Falco) Romina Paula o Iosi Havilio, es decir, desde escritores con un importante background detrás a otros con una o dos publicaciones en su haber.

 ¿Editores o importadores de contenidos?

Las trabas a la importación de libros y la necesidad de equilibrar la balanza comercial del sector, supone, naturalmente, el desembarco estatal en la política cultural y editorial, que busca desgajar la dinámica librera de los intereses privados. El 80 % de los libros que se venden en la Argentina se imprimen en el extranjero, fundamentalmente, en España. Al mismo tiempo, el mercado español está regido por fuertes medidas proteccionistas. Cabe la pregunta: ¿Los editores que rechazan las medidas, son realmente editores o meros importadores de contenido?
Miguel Villafañe, a cargo de la editorial Santiago Arcos, explica: «el Grupo Clarín acaba de comprar la cadena de librerías Cúspide y a su vez esta asociado al grupo Prisa de España, dueño de Santillana, Alfagura, Taurus, entre otras y el diario El País. La CAP (Cámara argentina de publicaciones) está conformada sobre todo por editoriales españolas que no publican aquí sino que exportan material de España (de sus casas matrices) saturando el mercado con productos de contenido dudoso. Aquí el problema no es la falta de textos de estudio, sino que se está poniendo en cuestión una de las bases del negocio del libro: la producción en el extranjero de libros que pueden hacerse aquí. Falta una política cultural quela acompañe. Por otro lado, y esto es una nota al pie, el mercado español es totalmente impermeable a la entrada de libros argentinos, es hiperproteccionista, en cambio aquí el 80 % de los libros que encontrás en las librerías es español. Por supuesto, esta nota se pone en línea con una supuesta “falta de libertad de expresión” que viene desde hace años sugiriéndose desde algunos medios de información masivos ligados al negocio del entretenimiento, la venta de publicidad y la formación ideológica de la sociedad».

Publicado en El Gran Otro

Sobre la observación de lo real

¿La literatura debe tener un discurso afirmativo? ¿Debe declarar algo en particular? ¿Nos gustan o precisamos las novelas que nos señalan que la verdad es una sola, que está allí, visible, y que la misma novela nos la está señalando? ¿O preferimos las novelas que proponen una relación más insidiosa con la realidad y la verdad? En mis novelas a veces el narrador no está seguro de lo que describe y de lo que podría estar queriendo decir. No porque tenga una dificultad intelectual, por lo menos creo que no, sino porque en medio de un paisaje cultural e histórico complejo, no ve motivos para tratar de simplificarlo ofreciendo una lectura verdadera. Pero la asertividad es también un tono, una impostación del habla o la escritura. O sea, la perplejidad, la duda, el desconcierto, por oposición también obedecen en cierto modo a una construcción retórica. De modo que debido a ello, por esa relación de desconfianza respecto de la verdad y la realidad, mis narradores no pueden tomarse a sí mismos muy en serio. Deben instalar y proponer la sospecha sobre ellos mismos y sobre aquello que dicen. En cierto modo, creo que en esto consiste la literatura.

Sergio Chejfec, entrevistado por Guillaume Contré.