¿La literatura debe tener un discurso afirmativo? ¿Debe declarar algo en particular? ¿Nos gustan o precisamos las novelas que nos señalan que la verdad es una sola, que está allí, visible, y que la misma novela nos la está señalando? ¿O preferimos las novelas que proponen una relación más insidiosa con la realidad y la verdad? En mis novelas a veces el narrador no está seguro de lo que describe y de lo que podría estar queriendo decir. No porque tenga una dificultad intelectual, por lo menos creo que no, sino porque en medio de un paisaje cultural e histórico complejo, no ve motivos para tratar de simplificarlo ofreciendo una lectura verdadera. Pero la asertividad es también un tono, una impostación del habla o la escritura. O sea, la perplejidad, la duda, el desconcierto, por oposición también obedecen en cierto modo a una construcción retórica. De modo que debido a ello, por esa relación de desconfianza respecto de la verdad y la realidad, mis narradores no pueden tomarse a sí mismos muy en serio. Deben instalar y proponer la sospecha sobre ellos mismos y sobre aquello que dicen. En cierto modo, creo que en esto consiste la literatura.
Sergio Chejfec, entrevistado por Guillaume Contré.
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