El gorila que fuma existe, se llama Tori, vive en Indonesia (vivía: lo acaban de trasladar a una isla remota para alejarlo del contacto de la opinión pública) y, según parece, la adicción al tabaco lo tiene un poco enfermo. Yo había imaginado un gorila gigantesco, con nudillos hinchados como perlas y pectorales de tambor: en cambio Tori es un orangutan envejecido y aburguesado. La ficción, siempre, antes que la realidad.
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