En 1941 Roger Caillois publica Le Roman policier, texto crítico donde
establece un origen histórico para el género policial. Allí asegura que
la paranoia y el terror ante la omnipresencia del aparato militar
napoleónico, alrededor del año 1800, provocó las condiciones favorables
para la recepción y producción de relatos policiales. Es decir que
ciertas coordenadas históricas y acontecimientos socio-políticos
derivaron en el surgimiento de un género. Caillois, por otra parte,
menciona como precursor a su compatriota Émile Gaboriau. Sin embargo
Caillois realiza otra operación crítica: rastrea algunos antecedentes en
relación a la narrativa de investigación y los ubica en Las mil y una
noches. Algunos meses más tarde, en la reseña del libro de Caillois
publicada en abril de 1942 en revista Sur, Borges le critica confundir
los planos de la literatura con la historia y, a su hipótesis sobre el
origen napoleónico y francés del género, le opone una motivación
literaria: el origen del policial se encuentra en la creación de la
figura del detective.
"La prehistoria del género policial está en los hábitos
mentales de Edgar Allan Poe, su inventor, y no en la aversión que
produjeron, hacia 1799 los polizontes disfrazados y ubicuos de Fouché".
Casi cincuenta años más tarde, Ricardo Piglia, en el seminario sobre
el género policial que dictara en el año 1991 en la Facultad de
Filosofía y Letras de Buenos Aires, comenta que el modelo de relato de
investigación - no así el policial - se encuentra en la matriz narrativa
misma del relato como un modo de narrar anterior a los géneros. El
relato de investigación puede rastrearse hasta Edipo Rey. Sin embargo el
género policial, opina Piglia, como Borges, dentro de una línea crítica
expresamente literaria (y no sociológica como el caso de Caillois)
comienza con tres relatos fundacionales de Poe: "Los crímenes de la Rue
Morgue", "El misterio de Marie Roget" y "La carta robada". "Los crímenes
de la Rue Morgue" inaugura además otro tip clásico del género policial:
el asesinato en el cuarto cerrado. Tenemos una ciudad, un intruso, un
asesinato en apariencia irresoluble y, finalmente, el monstruo. En toda
cultura el monstruo representa la otredad absoluta. Aquí el género
policial demuestra su línea de frontera, su espacio de contacto con lo
otro. Entonces: el policial se presenta asociado directamente con la
ciudad moderna y el monstruo.
Lo que en general abunda en una buena novela policial es la
sospecha, un orden indescifrable - entropía - que cobra sentido, mal o
bien, hacia el final del texto. Como todo género que pretende
sobrevivir, el relato policial fue mutando con los años. La novela negra
o hard boiled, como la llamó uno de sus cultores más famosos, Raymond
Chandler, es su variable más interesante. Por lo general ambientada
entre las primeras décadas del siglo XX y los años ´50, el policial
negro trae personajes derrotados, detectives alcohólicos, escenarios
marginales, suburbios, decadencia policial y declive moral. La lista es
más bien larga: corrupción, violencia, asesinatos, traiciones. Al revés
del policial clásico, la distinción entre buenos y malos o lo uno y lo
otro desaparecen. Pero si algo no se esfuma es el raid popular del
género: el policial negro se difunde a través de revistas pulp y es
consumido especialmente por la clase trabajadora. ¿Por dónde comenzar a
leer el policial hard boiled? Chandler, Dashiell Hammett, Henning
Mankell y James Ellroy.
Hace pocas semanas culminó el primer festival Buenos Aires Negra
(BAN) donde fiscales, comisarios y delincuentes acompañaron en las mesas
de debate a escritores como Claudia Piñeyro, Sergio Olguín, Leonardo
Oyola o Guillermo Martínez. Ahora bien: ¿cuándo comenzó este cruce donde
la literatura se encuentra con la criminalística y la lógica judicial?
¿Por qué no se organizan festivales de otros géneros, como la novela
rosa o la ciencia ficción? ¿Por qué el policial atrae tanto? ¿Por qué
las editoriales piden violencia, sexo y muerte, para sus antologías?
Nuevamente, al contrario de la línea de interpretación que brindaba
Borges y Piglia sobre el origen del género, la clave aparece en la
posición de Roger Caillois: se deben trazar paralelos entre literatura y
sociedad. La matriz popular del género así lo exige. Pero también, una
intuición: la literatura, por si sola, ya no le importa a nadie. Su
poder de penetración y la instrumentalización de su discurso es cada vez
más escasa. Algo así expresó Juan José Becerra en la presentación de su
último libro: "La literatura ya no es un fenómeno de masas; la
proporción que la industria del libro se permite para la literatura es
mínima. La actualidad del discurso literario es buena en aspectos
formales pero la comunidad que espera algo de ese mundo cada vez es más
pequeña… En realidad, hoy ya hay más literatura que lectores".
Un festival como el BAN, en este sentido, es una apuesta: por la
literatura, por los cruces, por la necesidad de expandir el campo
potencial del público literario.
Publicado en el último número de Esto no es una revista
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