Sucedía que, de pronto, yo comenzaba a ver variaciones en el rostro de la persona que tenía frente a mí. La mayoría de las veces el rostro variaba como si fuera retrocediendo rápidamente en el tiempo, y en lugar de ver ante mí, por ejemplo, a una mujer de cuarenta años veía a una niña de seis. En muy poco casos pude comprobar la certeza de esta percepción, su correspondencia con la realidad - sea mediante fotos o mediante algún dato concreto: si de niña usaba trenzas, si era gordita, etcétera. Con menos frecuencia he alcanzado a percibir toda la gama de edades, hasta la madurez, o vejez de una persona. Sé en mi fuero íntimo, que cierta chica muy joven que conocí hace algunos años, está en camino a transformarse en una gorda maciza. Y ciertas confirmaciones o certezas de la realidad de estas perceociones me han llegado indirectamente, pues siempre obtenía, junto a la imagen del pasado o del futuro, algún dato íntimo de esa persona, generalmente de tipo médico - como médico frustrado que soy.
Mario Levrero
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Mario Levrero
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