Phoenix fue publicado en el 2009 por Editorial Malón y está compuesto por 3 relatos más o menos extensos (casi nouvelles: “Cartas de Maribel”, “Diciembre” y “Paraguay”) y un bonus track que funciona como epílogo del libro (“Air France”). Lo primero que habría que decir es que la prosa de Muslip (cadenciosa, sumamente lúcida e hipersensible) reclama relatos largos, como los que viene gestando de manera excelente desde Examen de residencia o Plaza Irlanda. Desde la voz de sus narradores – en resumen, un narrador que puede unificarte bajo la categoría de treintañero que realiza un posgrado y subsiste dando clases de español a universitarios – Muslip describe con fluidez un paisaje seco, meticuloso y ordenado y luego trabaja este universo con extraordinaria paciencia. Phoenix –la ciudad, pero naturalmente la ciudad representada por Muslip en Phoenix – es una urbe que se materializa en el medio del desierto, un modelo cruzado por redes de información, autopistas y latinos. Una ciudad en tránsito, evanescente, un contexto de cruce. Nadie permanece en Phoenix, la ciudad no es otra cosa que un lugar de paso; por este motivo es posible que los narradores de Muslip asuman de lleno la problemática de la asimilación cultural, realicen ejercicios con la memoria (el recuerdo de Sergio y Nina con el cual comienza “Diciembre”) y en todo caso se abre la posibilidad de la narración.
Phoenix, en resumen, es esto: “Todo en Phoenix es definido, los límites entre las cosas están bien establecidos; es muy precisa la zona de pasto del camino de concreto, la línea de las montañas está muy bien recortada en el cielo, la zona de sol se divide bien de la de la sombra, un auto o una persona están claramente separados de otro auto o de otra persona, pero tanta precisa división resulta inútil porque al mismo tiempo se transmite la ilusión de que todo es más o menos lo mismo”. Aquí, los personajes de estas historias demarcan nuevos territorios, transitan, van, vuelven (el viaje, naturalmente, es condición de estas narraciones) siempre en busca de las alternancias de la ilusión, ya sea en forma de amor, trabajo o estudio. Aquí, los personajes de Muslip también funcionan, como en el caso de Maribel, como un aislante de aquel otro orden prolijo que es el desierto: Maribel y la fascinación que ejerce por el narrador constituye “una capsula” en el desierto de Phoenix.
Un último punto: los personajes que pueblan el libro de Muslip se decepcionan, escapan, abrigan esperanzas, pero funcionan como itinerancias que le permiten al narrador detenerse en lo único que importa, aquel elemento que a fin de cuentas es el que da un valor extraordinario a la narrativa de Muslip: la búsqueda de la experiencia, la que en general recae sobre instancias pequeñísimas. Escribe Muslip: “Siempre descanso más mirando detalles que escenarios más amplios, mirando una hormiga con un pedazo de hoja que un zoológico o un parque entero, un chorro de agua que confluye con la del borde de la calle y que se precipita en el desagüe que el panorama de un río desde un puente. Descanso mirando detalles, mi memoria también descansa al recuperarlos”.
La mirada de sus narradores panea, selecciona y con una lucidez extrema se posa sobre ciertos objetos, personas, frases, paisajes. Phoenix, siguiendo esta línea, puede leerse como un gran libro que describe las representaciones de la sensibilidad de un estudiante de posgrado en una lejana ciudad norteamericana. Aquí esta su valor: narrar de manera excelente la fantasía de una generación de clase media-alta que sueña con recibir una beca y trasladarse a otra coordenada geográfica: podrá ser Phoenix, Berlín o París. Naturalmente nunca San Bernardo o cualquier otra playa del Partido de la Costa.
Publicado en Orilla Sur
2 comentarios:
Esaaaaaaaaaa!
me dieron ganas, eh. Me pa que a alguien me va a prestar un librito.
De una, te lo presto Male, escribe muy lindo Muslip!!
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