Un día de primavera los piratas somalíes llegaron a la isla de Caras y, después de anclar su crucero boat en el pequeño muelle de madera, tomaron por asalto la sala de estar, la zona del jacuzzi y el primer dormitorio, donde la gran Moria dormía una siesta cubierta por bananas, sandías gigantes y sabanas de raso color púrpura. Como no despertaba, con el filo de un estileto, uno de los piratas, de bigotes y sombrero de cowboy, cortó una sandía con un frenético golpe. Hizo un ruido de tuc y gotas de jugo cayeron sobre la cara de la Gran Moria, sobre las sábanas y el rostro del pirata. Sin embargo, Moria dormía. Afuera se escuchaban gritos: los de un conocido fotógrafo que decía haber hecho cantidad de producciones para la revista Playboy, los de un coreógrafo, un periodista de lentes y camisa a cuadros y los de un paisajista que rastrillaba senderos de tierra roja. Dos modelitos pasaron corriendo casi en pelotas, una de ellas se trastabilló con una palmera artificial y cayó de boca a través de una pendiente. Los piratas sonreían, Moria, mientras tanto, continuaba durmiendo.
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1 comentario:
que astuto hombre.. buena tirada.. bunea.. gran abrazo
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