Atardecer en la ruta, escuchando a Freddy

La música es el arte
de mover objetos a distancia
dijo Gustavo, mientras presionaba
el pedal del acelerador
con frenesí.
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La ciudad del futuro: Buenos Aires entre la reconstrucción y la memoria

1.

Busquemos en el google una imagen de la Buenos Aires de antaño, la ciudad de nuestros padres o abuelos. Luego, pensemos en la ciudad que atravesamos todos los días, con sus avenidas, negocios y edificios. Finalmente, cerremos los ojos e imaginemos Buenos Aires dentro de treinta o cuarenta años. ¿Qué será de sus espacios? ¿Podremos reconocer sus fachadas, sus esquinas, los respectivos barrios? ¿La experiencia urbana será la misma para el hombre de mediados del siglo XX que para el del siglo XXI? A esta última pregunta podría responderse, sin demasiadas dudas, que no: nuestra subjetividad, las prácticas sociales que atraviesan nuestra vida y el modo de interactuar con los elementos urbanos ha cambiado de manera rotunda. La ciudad se aprehende de otro modo. Si a mediados del siglo XIX, con el auge de la modernidad y el fascinante crecimiento de las nuevas ciudades (Londres o París), Víctor Hugo decretaba el fin de la arquitectura como elemento narrativo y Charles Baudelaire se confundía en el fragor de la multitud fundando así la figura del flaneur, hoy es posible pensar y sentir la ciudad no ya desde su novedad, sino desde la memoria. Así, en toda ciudad existen sitios teñidos por el pasado, marcas, a fin de cuentas, que recorren nuestra historia. No habrá, entonces – en ninguna urbe del mundo, tampoco en Buenos Aires – paisajes inocentes, como tampoco espacios sustraídos de la política, el sentido y la ideología. ¿Cuál es la importancia del patrimonio histórico de una ciudad? En principio es importante aclarar que el concepto de patrimonio es un constructo simbólico, históricamente cambiante, un artificio donde se juega la ideología y el sentido. Aquí interviene el Estado, con su carácter normativo, propio de un tiempo determinado. Pero, más allá de la norma, interviene también para superar las tensiones entre la codicia y los intereses económicos particulares y la identidad de un lugar. La pregunta que debemos hacernos, como habitantes de una ciudad, es: ¿construir una torre o conservar la tipología de una almacén de 1930? Por otra parte, la ciudad y su patrimonio, interpretada y valorizada a través de la memoria, supone pensar un nuevo concepto: la memoria como eslabón entre el pasado y el presente, una memoria activa que no sea mera nostalgia por lo que fue y ya no será.

2.

¿Cuál es el carácter diferencial de una ciudad? ¿Cómo se reconoce la morfología urbana de Buenos Aires, Barcelona, Río de Janeiro o Nueva York? Aquí es esencial considerar al patrimonio histórico, el cual define, determina y hace posible los signos para experimentar una ciudad. Es importante un concepto de memoria a partir de su valor de excepcionalidad: La manzana de las luces, el Congreso o el Colegio Lasalle, pero también es esencial la memoria cultural y los padrones de identidad urbana. Algo identifica y diferencia al barrio de Palermo de Belgrano, Caballito de San Telmo, Villa del Parque de Barracas. El pensamiento actual en relación al patrimonio ha cambiado. Actualmente, la Dirección General del Patrimonio (la cual atesora el archivo histórico de la ciudad) propone la valoración conjunta de los grandes edificios y obras por su riqueza arquitectónica e histórica y, al mismo tiempo, la importancia del patrimonio inmaterial: la identidad de cada barrio. El valor de los mercados de Guardia Vieja, las cuadrículas de Monserrat o Flores, las cuales, en su conjunto, construyen la identidad urbana de un lugar. En esta disputa por conservar los espacios de memoria histórica y cultural de una ciudad, es esencial la participación de los ciudadanos. La actual distribución en comunas propone la intervención política y la discusión acerca de qué modelo de ciudad queremos. ¿Lo nuevo por lo nuevo o conservar nuestra memoria para reconocer, a cada paso, la ciudad y el barrio que habitamos? ¿Proteger nuestra identidad u homologarnos?

3.

En Ciudad Pánico, el excepcional tecnólogo, teórico cultural y urbanista Paul Virilio, escribe:

“Si se suprimiera bruscamente – como en Praga en 1968 – la totalidad de los mapas de París, los nombres de las calles y los números en los inmuebles, me desplazaría por allí igualmente sin problema, e incluso la destrucción no alcanzaría para perturbar mi presentimiento, como he podido constatar de visu en el centro de Nantes luego de los bombardeos de 1943, en Hamburgo como en Friburgo en 1953, o incluso más tarde en Berlín… Más tarde, solo la reconstrucción podría hacerme perder el norte destruyendo las construcciones de mi memoria”

4.

Hace más de 160 años, Sarmiento pensó a Buenos Aires en relación a la ciudad que lo fascinó: Nueva York, una urbe para caminantes – como la definió en sus cartas – atravesada por el Central Park. Hoy, la reflexión se presenta como su opuesto. En el último seminario organizado por la Defensoría del Pueblo de la Ciudad (“Buenos Aires: sus espacios para la memoria histórica y cultural”) arquitectos, historiadores, funcionarios, urbanistas y antropólogos plantearon, desde diversas ópticas, no solo la defensa de la identidad y la importancia de la memoria, sino que también propusieron pensar la ciudad desde un concepto de sustentabilidad que considere la diversidad de tipologías e identidades. En otras palabras: conformar una Buenos Aires futurista, integrada, saludable, diversificada y que maximice sus recursos. Una ciudad ecológica. Una ciudad, además, linda desde el punto de vista estético. El desafío es enorme: no solo congeniar la preservación de nuestro patrimonio y regular la construcción, sino también embellecer, promulgar el ahorro energético e integrar la enorme variedad de identidades, tipologías y derroteros urbanos.

En El gran otro

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Hola

te extraño un montón
anoche soñé que cortabas
uvas con un cutter
y las dejabas reposar
sobre tu lengua antes
de engullirlas. Estabas
en el jardín y un sol
poderoso salteaba las plantas
tu vestuario era
pollera de jean
y musculosa flúor
yo te miraba de lejos
como un clavadista sin fe
que lindo
soñar con vos
al final
a modo de manifiesto punk
un desconocido se acercaba
y te decía: somos jóvenes
y la belleza y la furia
están de nuestro lado.
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Un relámpago de amor

sobre Casa de viento, de Osvaldo Bossi
(Editorial Nudista, 2011)


1- En los agradecimientos de Casa de viento – publicado por Editorial Nudista a comienzos de este año – Osvaldo Bossi menciona a “los novísimos poetas, que me hacen sentir levemente anacrónico, y a los poetas anteriores, por quienes me vuelvo un joven díscolo y prometedor”. Unas líneas más atrás, Bossi le dedica el libro, entre muchos otros, “a los muchachos que me quisieron y a los que no me quisieron: en la memoria, al menos, son todos bellos, tránsfugas, increíblemente jóvenes y pródigos por naturaleza”. La primera cita marca una línea de interpretación que permite abordar desde la secreta fascinación que ejerce Bossi sobre una generación de jóvenes autores (plasmada, solo en parte, por la concurrencia de sus talleres de poesía) hasta la publicación de este libro, una antología personal que recorre, con mayor o menor fragmentación, la totalidad de sus libros de poesía editados hasta la fecha: Del coyote al correcaminos (1988), Tres (1997), Fiel a una sombra (2001), El muchacho de los helados y otros poemas (2006), Ruego por el tornado (2006) y Esto no puede seguir así (2010). A estas seis obras, Casa de viento agrega un fascinante bonus track que contiene siete poemas inéditos. Ahora bien: ¿Qué sugiere una antología personal? No implica, en cierto punto, la cristalización dentro de un espacio canónico ni el cierre, desde el punto de vista productivo, de una obra, como lo haría, de cierta manera, las obras completas de un autor. Esta supuesta disyuntiva o incomodidad la resuelve Bossi en sus notas finales: “Yo solamente quiero seguir escribiendo, escribiendo, hasta que la cuerda no de para más. Alguna vez pensé en vivir como todo el mundo (a veces, cada tanto, me agarra esa borrachera) pero a la mañana siguiente, mientras me lavo la cara, comprendo que no hay privilegio más grande que dedicarse a escribir poesía…” Para Bossi, vivir y escribir será lo mismo: no habrá cierre entonces, sino continuidad. En este punto, si algo permite una antología como Casa de viento es recorrer tonos, vaivenes compositivos y múltiples umbrales líricos: desde la poesía entendida como regresión a la experiencia infantil de Del coyote al correcaminos, la orfebrería clásica de Fiel a una sombra hasta el encantamiento del lirismo narrativo de su poesía más reciente.

2- De cada poeta mana un combustible que alimenta su escritura. En Bossi será el deseo el que cebará su estética, que irá rotando de eje a medida que pasen los años, los poemas, los libros. La otra cita que abre estas líneas – la cual recae en aquellos muchachos hermosos y tránsfugas – no solo le da forma al sujeto de amor predilecto de los poemas (de amor) del autor, sino también su tono (apacible, llano) y el registro y la retórica coloquial que comienza a tomar por asalto sus piezas a partir de El muchacho de los helados y otros poemas. Esta retórica alcanza su punto culminante en el mencionado bonus track. En “A veces creo que llegó el fin del mundo”, Bossi escribe:

Vayamos a escabiar, Leo – me dice –
y hagamos el amor, y después escabiemos
y miremos la tele tirados en la cama. Miremos
la tristeza infinita de King Kong
cayendo desde la torre más alta
hasta el fondo de un precipicio, y hagamos el amor
y escabiemos, y escabiemos y hagamos el amor
– cual un bello Catulo de 19 años
que no tiene la menor idea de quién es Catulo
y ni falta que hace.

Aquí aparecen también – como en otros momentos de su obra, tal vez, el más notorio en Fiel a una sombra – los temas clásicos, como elocuente contrapunto, que naturalmente no deja de ser ideológico, del propio Rafa. ¿Pero quiénes son los muchachos de Osvaldo Bossi, sus amigos o queridos? “Mi amigo Raulito” establece un lugar de pertenencia, un tropo poético que sirve de entrada para la comprensión y la lectura, pero también, marca este nuevo registro, una nueva estética de la introspección (que todavía es introspección, porque no hemos llegado a Esto no puede seguir así) caracterizada por una poética más narrativa:

No se como hace la gente
para separar las aguas con un cuchillo.
Yo siempre tuve de la amistad
una idea muy rara, o no tuve
ninguna idea, como si de mi corazón
y de mis pensamientos
brotara una ramita común y silvestre
y al rato – al mes, al año – de la misma rama,
del mismo árbol, volvieran a caer
no sé qué frutos delirantes.

3- En Mi mundo privado, River Phoenix, quien sufre de una extraña enfermedad llamada narcolepsia, alterna su amor por Keanu Reeves con sorpresivos ataques de ensueño. Desde los primeros poemas de Bossi, los sueños serán un tema recurrente:

Mañana cumpliré
muchos años.
Mi único deseo es despertar
y ser el Correcaminos
quiero mirarme
como él me ve.

Como puede verse, este es todo un deseo. Al mismo tiempo, el Yo poético encuentra el sueño en el desvelo de sus muchachos, como en el poema que abre Esto no puede seguir así, “A Facundo no le gusta dormir” donde apagar esa deliciosa vitalidad será, para el Yo, signo de la desolación y el vacío. Finalmente, el sueño poblará el imaginario de la huída en “Despedida”, con su improbable trip hacia Hong Kong o Michigan.
Ahora bien, el amor – que, al igual que los personajes de Mi mundo privado, se entrelaza con la ensoñación – será el leit motiv preferido del autor. Aparecerá marcado por los signos de la cotidianeidad, de una charla, una caminata, un diálogo o una borrachera. A veces, sus pequeños héroes amorosos serán marginales; unas jovencitos, otras sus historias se presentarán como melodramas de juventud. No habrá, a fin de cuentas, trascendentalismo ni mitificación en la configuración del amor que construye el autor. Los muchachos de las tramas de Bossi – siempre hermosos, jóvenes, atolondrados y vitales – se llamen Leo, Facundo, Raulito o Lisandro, semiocultos detrás de odas shakesperianas o envueltos en la mitología televisiva del Coyote y el Correcaminos, construirán, a lo largo de Casa de viento, un seductor, original y necesario libro que tematiza las variables del deseo, el imaginario amoroso, los celos y el descubrimiento sexual. Este tendrá lugar – y aquí su carácter original – en baldíos con aroma a conurbano o pueblo, en colchones debajo de puentes o en una estanciera rotosa, como en “La camioneta destartalada”:

Apoyo mi cabeza afiebrada
contra la cuerina del asiento, y nadie me ve.
algunos resortes oxidados – que vienen
desde lo más hondo de la camioneta –
se me clavan en las costillas
y alcanzan a tocar el corazón

Por otra parte, ya desde los nombres de sus personajes y los resquemores de sus aventuras, Bossi construye un lugar de pertenencia social que, como un aura, diagrama la experiencia poética. A veces, en su summun, serán desclasados, parte del ejército de reserva urbano, jóvenes bebedores de cerveza que se niegan o todavía no han ingresado en la dinámica laboral. El trabajo no forma parte del imaginario verbal y poético de Bossi, salvo cuando, contenido, estalla en una verdadera definición del constructo materialista. Aquí, en “Me llama a cualquier hora”, Bossi escribe:

Me llama a cualquier hora
y yo dejo mi puesto de trabajo y corro
a través de las calles
como un camión de bomberos o una ambulancia
que se activa inmediatamente
al oír su voz.

Entre el trabajo y el amor, la apuesta del autor será siempre por ese granito de arena amoroso: “Creo en la velocidad con que el amor trabaja/ sin pensar en una recompensa/ sin importar la hora”. Su poesía será revolucionaria en los términos que Walter Benjamin propuso en los años ´30: el amor y los sentimientos son los únicos dispositivos sensibles que resisten su conversión en mercancia.

en No Retornable
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Lunes

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El imperio de la emoción

Strassburger me contó que después del show la banda no se podía dormir y andaban de acá para allá en el hotel preguntándole a las mucamas y a los recepcionistas dónde estaban porque no entendía nada de lo que había pasado. Hay un tuit, lo leí una vez, lo había escrito una chica y aunque lo busqué, no lo volví a encontrar más. Decía: “Yo sabía que había gente como yo”. Vedder podría escribir una canción de madurez con esa línea. Ojalá lo haga. Ojalá escriba siempre una canción más.

Terranova fue a ver a Pearl Jam, dejó pasar unos días y se despachó con una crónica lúcida y emocionante, que destila aromas de la generación grunge. La mayoría de las cosas que leí sobre el show, en distintos medios, me parecieron vagas, sonsas, sin pulso, algunas más precisas o técnicas que otras, pero en general no me transmitieron nada. Si me generaban electricidad ciertos videos en youtube y algunas comentarios en la radio, como si, para recuperar cierta carga emotiva, hubiera que trabajar sobre los hechos, fingir un acting o el mano a mano que supone la experiencia radial. Terranova considera este problema (cita a Quiroga y su consejo de no escribir bajo "el imperio de la emoción") lo resuelve y se despacha con esto
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Casino Royale

Como un tragamonedas se abrió
una rayita en mi cabeza
y se deslizaron todo tipo
de cosas
tip tip tip
que hermosas las serpentinas
brillantes y los amigos
borrachos en la costa
la chomba naranja
colgada de un árbol
bajo la lluvia
la felicidad
y el aburrimiento
tip tip tip
liquido mi fernet
trago un ibuprofeno
que siesta voy a pegar
dentro de un rato.
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Juan tiene una remera de los Toronto Raptors

Mientras el sol cae
como una montaña rusa
hago skate board
en el playón del Parque de la Ciudad.
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Una estampida de sensibilidad

1 – Manuel Puig adoraba el cine de la época de oro de Hollywood (1935-1946) caracterizado por la primacía de los majors, las películas de género, y aquellas sofisticadas mujeres que, rápidamente, se convirtieron en grandes íconos cinematográficos, como Ginger Rogers o Katharine Hepburn. Las primeras novelas de Puig –La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969)– dan cuenta no solo de la influencia de estos productos de la industria hollywoodense, sino también de su correspondiente traducción literaria y geográfica y de la utilización y perversión de géneros populares como el folletín y otros clásicos, como el policial o el melodrama. Puig, en su juventud, realiza dos viajes de iniciación: el primero, de General Villegas a Buenos Aires, donde estudiará en el colegio Ward de Ramos Mejía, impulsado por su madre, quién temía que la monocromía cultural e intelectual del pueblo asfixiara la creatividad de su hijo. En 1950, a los 18 años, Puig visita General Villegas por última vez y años más tarde decide partir a Italia para estudiar cine. Ambos viajes –de General Villegas a Buenos Aires, de Buenos Aires a Europa– son centrales en la construcción de un espacio de representación, un tono y una estética. Tanto La traición... como Boquitas pintadas buscan reproducir la vida pueblerina, las costumbres y manías de sus habitantes, sus sueños y su cosificación. General Villegas se convertirá, entonces, en Coronel Vallejos.

2 – Todo este largo párrafo para hablar, finalmente, de Impalpable, obra inspirada en entrevistas y relatos de Manuel Puig. De creación colectiva a cargo del grupo teatral Sambuseck, Impalpable presenta una matriz dramática impulsada por dos viajes. El primero y más importante –porque determina el drama y, aunque de manera indirecta, dispone las condiciones para el segundo– es el de Blanca (Maia Orihuela), quién parte a Buenos Aires para triunfar como actriz. El segundo viaje es el de Liliana (Elisa Bressan) que abandona Rojas para ocupar el lugar que Blanca ha dejado en la pastelería del pueblo vecino, junto a Estela (Malena Schnitzer, quién completa, como en las películas de Almodóvar, un elenco íntegramente femenino). Ambas historias, la de Liliana y su secreto –el cual se va revelando, de manera lateral, a medida que avanza la obra– y el salto a la fama que anhela Blanca desde la capital, recaen en Estela, personaje inmóvil que funciona como catalizador de la dinámica narrativa y como punto de vista privilegiado de la obra. De esta manera, ambos viajes de Manuel Puig quedan representados, con sus respectivas variantes, en el derrotero de Liliana y de Blanca, recreando así una suerte de Coronel Vallejos alternativo, sin nombre, donde nada crece y es imposible escapar. Como el storyteller de un pueblo perdido que no puede contar los descubrimientos fantásticos de una tierra distante (Buenos Aires, esa ciudad enorme que no puede conocerse en apenas dos días) sencillamente porque no se ha movido de su lugar, a través de Estela se narra la historia de una despedida, sus fluctuaciones, su dinámica esperanzadora y luego destructiva, el sueño del reencuentro y la perdida. Porque partir es, a fin de cuentas, dejar cosas atrás. Y lo que abandona Blanca a la hora de perseguir su sueño, es a Estela.

3 – Asentarse en la capital y triunfar como actriz es, por un lado, una variante de la búsqueda del propio Puig pero también su ficción cinematográfica dentro del imaginario femenino. Una y otra vez, los personajes de Impalpable se moverán por el territorio difuso de los sueños, la ficción y la realidad laboral. Aquí hay dos puntos interesantes: por un lado la propuesta metadiscursiva de la obra, donde Estela y Liliana son espectadoras y protagonistas de un juego ficcional. En este juego dialéctico, ficción y realidad se retroalimentan. El texto se encargará de generar tensión sobre este ítem, logrando así un plus que va más allá del devenir afectivo de cada una de los personajes. Por otro lado, Impalpable propone un universo sentimental que se apoya en ese otro universo espacial que es la pastelería, con sus moldes, huevos y compotas. Si el fuera de campo –en términos de la teoría cinematográfica– está representado por el pueblo, con su nada y su ausencia de expectativa, la pastelería será una locación exquisita e inagotable en sus vericuetos. Será también el espacio opuesto a la otra ficción del cine y, al mismo tiempo, el terreno donde todo se fusiona: un pastel de casamiento como símbolo del paso del tiempo, los sueños y los cruces imaginarios.

Impalpable posee muchísimos aciertos: desde la estructura narrativa, los préstamos del género melodramático, las maravillosas y certeras actuaciones, el humor de sus textos y su puesta en escena. A esto le suma una estética cinematográfica (tan Puig) donde la música entrelaza las distintas escenas, ya que el corte directo, a través de distintos recursos, se evita constantemente. Impalpable pone en juego dispositivos mínimos pero sumamente dinámicos y poderosos –zapatos que se convierten en teléfonos– y una historia afectiva que se desploma y otra que crece. Como un elefante que de pronto avanza en estampida, Impalpable es una obra que crece en volumen y, ante el menor descuido, pisa el corazón del espectador con una sensibilidad asombrosa.

Publicado en Esto no es una revista

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Un relámpago de amor


La revi es buenísima, además podés leer "Un relámpago de amor", reseña sobre Casa de viento, de Osvaldo Bossi.
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El nogal tornasolado

En la esquina de mi casa un viejo
nogal chupa la luz inmensa
de mi concentración. Me reviro
como un orangután
cuelgo de las ramas
y arranco sus frutos. Este árbol
colocó la pócima
de la intensidad en mis venas.
Tornasolado giro
y busco el límite de mi identidad.
¿Dónde? ¿En la pulpa verde
que gotea de mi boca?
Chicos pecosos
corren a mis pies
frenéticos. Bajá
de ahí mono
bajá
que el plátano de la satisfacción
no se arranca de cualquier parte.
Arrima un colibrí:
la velocidad es dicha
sobre las flores carnosas.
Sin embargo mi cuerpo
pide a gritos un break:
cuando recupere la cordura
seamos dignos y bebamos
un vermuth
bajo esta sombra preciosa.
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Declaración de principios II

Mi paisaje preferido
es el tiempo libre
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Lo otro

La única razón por la que importa la poesía es porque tiene algo diferente que ofrecer, algo más lento de asimilar, tal vez, pero más intenso; y además, algo necesariamente en menor escala, en términos de audiencia. No es mejor que la cultura de masas, pero sí una alternativa crucial frente a ésta.

Charles Bernstein
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Fascinación peronista

Facundo estudió cine, letras, periodismo; trabajó en una fábrica de anillados, fue guardavidas, administrativo en una pre-paga, limpió piletas en countris de zona norte. Un día conoce a Laura, se enamoran, planean tener un hijo. Finalmente, Facundo escapa de tanto amor y se va a recorrer el mundo. Al volver, compra un hotelito en Lobos y se instala. Ahi lo visita su viejo amigo, el narrador de esta historia. Pero entre tanta pasión peronista, algo se esconde en el subsuelo del hotel Montevideo: una jaula de tigre o de gorila, una pelela de plástico, una televisión de catorce pulgadas que repite siempre la misma escena.

El jíbaro del hotel Montevideo, en el nuevo número de la Revista Ese.
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