Después de la recuperación democrática, entre mediados y finales de los 80, todo era posible. Especialmente la creación de Babel,
emblemática revista literaria dirigida por Martín Caparrós y Alejandro
Dorio que, en tan solo tres años y una veintena de números, agitó el
mapamundi literario argentino y le dio visibilidad a una serie de
escritores prácticamente desconocidos, en su mayoría, aun inéditos:
Matilde Sánchez, Sergio Bizzio, Alan Pauls, Martín Caparrós y, entre
muchos otros, el autor que hoy nos ocupa: Sergio Chejfec. Babel
no solo puso en circulación otras voces —centrales, más tarde, en lo
que sería la corriente estética de los 90— sino que reestructuró
espacios críticos que, bajo el prisma del intenso realismo y el
compromiso literario-político de los 60 y 70 habían quedado en los
márgenes: Aira, Copi, Fogwill. Después de la fragmentación de los
babélicos en 1991, aquella generación de jóvenes escritores se dispersó.
Entre ellos, el itinerario de Sergio Chejfec fue uno de los más
particulares. En 1990 publicó Lenta biografía y Moral por Editorial Puntosur. Su tercera novela, El aire, publicada en 1992 por Alfaguara, marcó un punto de inflexión en su producción. Es más, El aire
fue la primera novela que Chejfec escribió en el extranjero, ya que en
1990 el autor argentino abandonó Buenos Aires y partió rumbo a Caracas,
donde vivió durante 15 años, hasta 2005, cuando se mudó a Nueva York. El aire,
entonces, marca un quiebre: se amplifica el registro oral y puntilloso
de Chejfec y sus narradores —figuras centrales de su trabajo literario—
se vuelven cada vez más dubitativos y reflexivos. Él mismo lo dice con
claridad en una charla con Guillaume Contré: «… no me gustan los
narradores que cuentan, sino los que interpretan. Pedirle a un narrador
que solamente cuente es condenarlo a la inocencia, o peor, a la
ingenuidad».
En El aire, Barroso es abandonado por su mujer, Benavente,
quien le deja una pequeña carta donde le explica que ha huido a Carmelo.
No se conocerán los motivos de la partida, ni las claves de la relación
entre Barroso y Benavente. Al mismo tiempo, la desazón del protagonista
y narrador de la novela se entremezclan con una Buenos Aires que se
desmorona, donde el dinero ha sido reemplazado por el vidrio; en otras
palabras: una ciudad vertical marcada por la desocupación y el
deterioro. Se trata de una Buenos Aires posindustrial donde el vidrio se
convierte en fetiche y en mercancía. El aire fue leída por la crítica y por el aparato mercantil como una novela anticipatoria de la debacle socioeconómica del 2001. El aire,
como alguna vez mencionó el propio Chejfec, se presenta marcada por la
influencia de Cesar Aira. Con relación a la tradición literaria,
Chejfec, en una entrevista pública llevada adelante en el marco del
seminario Dinero y trabajo en la narrativa argentina: entre los románticos y los contemporáneos, dictado enla Facultad Filosofía y Letras por Alejandra Laera, mencionó:
Uno tiene una relación muy fuerte con lo que se ha escrito antes, en
términos de tradición, de modelos, de tópicos, de recursos, etcétera. En
estos términos, uno puede hacer legible lo que escribe, porque si
fueras completamente original, serías completamente ilegible. Entonces,
hay una especie de conflicto, más o menos armónico, entre lo que uno
escribe, en el sentido de que tiene que ser legible, pero no tanto que
sea tan legible que termine siendo transparente, que no te diga nada,
pero no tan ilegible como para que sea hermético.
Sergio Chejfec es uno de esos escritores particularmente lúcidos al
pensar su obra, su estética y los procedimientos puestos en juego en su
narrativa. En la antedicha entrevista pública, Chejfec reflexionó sobre
el trabajo del escritor, el dinero, las nuevas tecnologías y,
naturalmente, sobre sus propios textos. Recuperamos aquí algunos de los
puntos sobresalientes de aquella charla.
Nuevas tecnologías
Consultado en relación a www.parabolaanterior.wordpress.com, el blog que administra desde 2006 y las relaciones existentes entre una plataforma digital gratuita y una plataforma editorial como Alfaguara, Chejfec comentó:
Consultado en relación a www.parabolaanterior.wordpress.com, el blog que administra desde 2006 y las relaciones existentes entre una plataforma digital gratuita y una plataforma editorial como Alfaguara, Chejfec comentó:
Yo lo pienso como una plataforma digital, ya que no lo concibo como
un blog tradicional, en el sentido de poner comentarios y opiniones
cotidianas; más bien utilizo la plantilla del blog, algo que ya está
predeterminado, ahí puedo poner las cosas que me interesan. Lo que yo
quiero poner no son opiniones cotidianas; tampoco tengo el interés de
una incidencia constante directa sobre lo que se escribe. A mí me
interesa la presencia digital de mi escritura como si fuera una
presencia mortecina, en el sentido de que me gusta poner ensayos, los
finales de las novelas, algunas cosas sueltas y que estén ahí como si
fuera un cementerio, porque en un punto uno puede pensar que todo lo que
está en Internet es un cementerio, pero que tiene la virtud, al
contrario de la biblioteca, de que los textos, como son intangibles,
como son digitales, no sufren el deterioro del objeto físico. Pueden
sufrir otro tipo de deterioro, por ejemplo la tipografía que se usaba en
los blogs en 2006 es diferente de lo que se usa ahora. También son
modas: de la misma manera que cambian las portadas de los libros,
también cambian los diseños de las plantillas. A mí me interesa ese tipo
de presencia, como si fuera una escritura sonámbula, como una cosa que
siempre está disponible para quien quiera leerla y que parece inmutable,
tan inmutable que es completamente ajena a los avatares de la realidad,
que no se deshoja. Es una escritura a la que no le importa si es leída o
no, por lo menos como yo concibo la literatura, porque también hay toda
una serie de escrituras en la red que tienen otra función, que se
podría decir es semejante a la prensa, el manual, el folleto, etcétera.
En fin, el blog me da la posibilidad de colgar lo que yo quiero, no
molestar a nadie y tener esa fantasía de la autonomía. Eso es lo que me
gusta: una especie de presencia subalterna.
Dinero y literatura
No sé si hablar de profesión, ya que para la mayoría de los
escritores, en la escritura no está en juego la supervivencia, el
mantenerse, porque tenés que ser muy exitoso para vivir de lo que
escribís. Puede ser entendido como una profesión, en el sentido de que
uno deposita mucho tiempo, mucha vocación, o deseo, en fin, que le da
mucho valor a eso. Igualmente, yo creo que es una actividad. A mí me
cuesta pensarlo en términos de profesionalidad, incluso dando por
sentado que me resulta muy difícil vivir de los libros que escribo. No
solo es difícil, sino que es imposible. No habría manera. Además, uno
tiende a pensar, como atributos del escritor profesional, en cierto tipo
de presencia, de participación en debates, de presencia física y
simbólica muy fuerte. Yo no me puedo concebir de esa forma, porque hay
muchas cosas de las que no tengo opinión. Muchas veces, al escritor
profesional se le pide opinión sobre muchas cosas, no siempre vinculadas
con el ejercicio de la escritura. Sí pienso en lo que hago en términos
de compromiso profesional, de la manera en que uno pensaría su propio
compromiso cuando está comprometido con su profesión: le gusta, tiene
una vocación. Siento que no me costaría dejar de escribir, sería más o
menos como dejar de fumar, pero al mismo tiempo, no siento deseos de
hacerlo. Por otro lado, en el mundo literario, una de las formas de
tener éxito es el dinero. Un escritor puede ser exitoso cuando vende
muchos libros. Eso te da cierta presencia importante dentro del mundo
dela cultura. Hay mucha gente que está un poco alejada del universo de
la literatura y de la cultura letrada, para quienes la figura del
escritor es una figura muy vinculada con el dinero: presupone que hay
tantos libros circulando, aunque ellos lean poco, que hay una industria
muy poderosa detrás.
Ensayo y novela
En novelas posteriores como El llamado de la especie, Los planetas y Boca de Lobo, Chejfec pasará de la alegoría a novelas que pueden ser abordadas a partir de un eje que contempla tanto la ficción como el trabajo ensayístico. La novela, para Chejfec, se convierte así en un género apropiado para abordar problemas teóricos. En el caso particular de Boca de lobo, se conceptualizan temas como el trabajo, la mercancía, el deseo, la identidad y el amor. Sobre este punto, Chejfec comentó:
Yo siento la relación entre estos dos géneros (novela y ensayo) como
una relación, a veces bastante armónica, más o menos pacífica. Cuando
digo pacífica me refiero a que no está desprovista de tensiones. Es
pacífica en el sentido de que puede declinar hacia un sistema de
convivencia provisoria, temporal, acotado al libro del que se trate. Yo
creo que en la narrativa hay muchas novelas que tienen un componente
ensayístico bastante evidente. Sería un error contraponer ensayo contra
novela. Desde los comienzos del género, sin ese componente ensayístico,
la novela no hubiera podido desarrollarse y someterse ante nuevas crisis
y resoluciones y tomar nuevas formas de renovación. En mi caso, esa
tendencia ensayística no obedece solamente a un principio poético o
estético o literario, sino que también tiene que ver con las
posibilidades materiales propias de la escritura, en el sentido de que
yo escribo, como todo el mundo, como me sale. Uno es consecuencia de lo
que no puede escribir o lo que no le sale escribir. Tengo un estilo muy
digresivo muchas veces, un poco espiralado, mis libros no avanzan por
intriga o resolución de contradicciones, sino más bien por una especie
de desarrollo reflexivo de las circunstancias y de las cosas que van
ocurriendo. Eso hace que yo tienda un poco inconscientemente a escribir
de una manera un poco más ensayística; quizá también se asocie a otro
tipo de ideas que tengo vinculadas con la literatura en términos
generales. Para mí la literatura se trata, a veces, de contar una
experiencia, una historia, ya sea real o ficcional, pero también se
trata de contar el proceso de pensamiento, como uno percibe las cosas y
es capaz de describirlas. Creo que es una especie de navegación
narrativa. En realidad, en el realismo en general y esa idea de la
literatura como transmisora de las acciones efectivamente reales, muchas
veces ese aspecto de interrogación reflexiva sobre las historias que
contamos se deja un poco de lado. Me entusiasma escribir de esa manera,
como intentando dar cuenta de una faceta que me parece muy productiva,
porque la literatura, cuando nos lleva a preguntarnos sobre el
significado de las cosas que nos rodean, cuando renuncia a describirla,
eventualmente, alcanza una mayor autonomía.
Publicado en El gran otro.
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