El encuadernador salvaje

Todo trabajo es el destino. Finalmente
me estoy convirtiendo en el espacio
donde practico mi profesión: mientras
otros se transforman
en bóvedas heladas
o vagones de tren
a mi se me encastran
los cuños de plata en los dedos
y son estos dedos
los que doran fechas y nombres
indelebles sobre el cuero
rústico de mi jornada laboral.
Hay que aprender a tolerarse
a uno mismo con paciencia.
Sin embargo esto asusta
cada día más: me encorvo como
estos rodillos de cartón, como el
moaré púrpura
me vuelvo delicado al tacto
al huracán de los cambios
y la intemperie. Sin embargo sé
que nadie podrá
interceder ante mí:
el ritmo de trabajo
de un encuadernador
es imperturbable.
.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay que aprender a tolerarse
a uno mismo con paciencia.
Sin embargo esto asusta
cada día más: me encorvo como
estos rodillos de cartón, como el
moaré púrpura
me vuelvo delicado al tacto
al huracán de los cambios
y la intemperie.

Corina Margarita dijo...

bellísimo!!!!