En celo

No hace mucho descubrí, mirando páginas porno en la web, un video de una ex novia. La costumbre de masturbarme por las noches y chequear este tipo de páginas la tengo desde la adolescencia, pero creo que en los últimos años, tal vez por aburrimiento o debido a la construcción de un nuevo Yo hiper-erótico que en partes iguales me divierte y me angustia, ha ido aumentando hasta convertirse rápidamente en una rutina que me cuesta trabajo abandonar. Hace poco me puse a pensar en el asunto y comprendí que no solo mis gustos se han modificado con el tiempo sino también mi manera de consumir pornografía. Recuerdo que al principio, para ver videos había que asociarse y pagar exuberantes cuotas mensuales, generalmente en dólares, con lo cual me resigné con las fotografías. Esto, por supuesto, es ahora innecesario. Lo único pago suele estar en la periferia de este tipo de páginas bajo la forma de hiperlinks que ofrecen contactos sexuales cerca de la zona de los usuarios o, también, la oportunidad de ver y chatear en vivo con jovencitas amateur que prometen ponerse en pelotas o hacer cualquier cosa que al cliente se le antoje.

La página me la había recomendado mi amigo Leo y presentaba dos columnas larguísimas repletas de videos ordenados por estricta aparición cronológica: orgías, teens, sexo interracial, handjob, milf. Desde siempre los videos de milf me generaron expectativa, principalmente porque nunca tuve demasiado en claro que es o deja de ser una milf. En general son mujeres de más de 40, rubias y con gigantescas tetas operadas, semi pornostars en decadencia filmadas con lentes de alta resolución. Otra cosa importante que aprendí es la nomenclatura norteamericana para las categorías de los videos: si quiero buscar un pete, no escribo pete, ni siquiera sexo oral, sino blowjob. Este aprendizaje fue algo lento pero sustancioso al fin, hasta el punto de que ya ni siquiera pienso en orgía sino que en mi mente se me presenta la palabra gangbang escrita en letras rojas chispeantes, como un gran cartel de neón adornado con lenguas de fuego. Acá aparece lo que antes escribía sobre mis gustos: si en algún momento habían sido los videos de lesbianas, o el hard sex, después fueron los videos de milfs y ahora, el ranking de mis preferencias lo encabezan los videos de chicas argentinas. En este caso, si uno sabe buscar, hay bastante para elegir. En general infinidad de chicas amateurs, films de mala calidad, con poca luz, donde los cuerpos por momentos resultan indiscernibles uno del otro. Pero también descubrí, a través de esta página, a una productora nacional llamada Triple X y desde aquí llegué al video de mi ex novia, una chica llamada Mercedes que en la película se hace llamar Lupe.

Antes de la escena, lo primero que se ve es una entrevista con Lupe: ella está acostada en ropa interior – tanga pequeñísima y corpiño verde esmeralda – sobre un colchón azul de dos plazas ubicado en el suelo, las paredes son blancas, el suelo también es blanco. Luego el director le pregunta su nombre, su edad, sus fantasías sexuales, después, una vez que ella responde que le encanta el sexo anal, le pregunta por su primera vez. Ella responde, textual, que fue con su primer novio, o sea yo, y que no fue una experiencia placentera porque le dolió un poco. El diálogo que sigue es impresionante y quiero escribirlo como corresponde:

– ¿Y si él te está mirando?

– Ojala, me gustaría – dice Lupe y yo siento que me lo está diciendo a mí, como si los dos estuviéramos dentro de un panóptico, separados por una fina capa de vidrio, de un lado ella, del otro lado, con la cara deformada y soplando completamente borracho de lírica sexual, toda mi conciencia colapsada por la figura de Lupe. Esto, en realidad, es cierto: en la línea de tiempo que va desde esta entrevista y posterior trío hasta ahora, cabrían todas las posibilidades y entre ellas, la más potente, la posibilidad de que mi afinidad por la pornografía web me llevara, tarde o temprano, a esta escena con dos chongos que no paran de garcharla a lo largo de los 25 minutos que dura la filmación.


***


Durante las semanas siguientes pensé mucho en Lupe y miré varias veces su video. En la facultad me costaba concentrarme con los temas de cada clase, pensaba en ella en mi trabajo en el Conicet, caminando por la calle, a veces, charlando con amigos, me abstraía de la conversación e imaginaba que les contaba mi descubrimiento, entonces ellos me miraban como si los hubieran atravesado con un punzón eléctrico y me pedían detalles que yo, convertido de inmediato en un gran narrador, cumplía con gran emoción y destreza.

Un día, por azar, mientras recorría el portal de zona jobs, encontré el siguiente aviso en la sección de música/arte/cultura:

Oferta de trabajo para selección de chicas y chicos:

Productora nacional de cine Triple X busca chicos y chicas para películas que se comercializarán en el extranjero (NO en el país) Absoluta reserva. ¡Animate!

Chicas: $ 4000

Chicos: $ 2000

Los interesados, en caso de tener, deberán enviar material propio (fotografías y/o videos acorde a nuestro trabajo) y datos personales exclusivamente a esta dirección de correo:
triplexxxproducciones@gmail.com. Se mantendrá total privacidad y reserva con el material enviado.

Requisitos que deben cumplir los postulantes:

Edad: Desde 21 hasta 35 años.

Pensé en presentarme. Pensé también que, siguiendo la línea del azar, debía enviar alguna clase de video o foto o bien encontrar una excusa para conocer a la gente que había filmado a Lupe. Recién más tarde llegué a la conclusión de que, lo que realmente quería, era reencontrarme con ella. Empecé una búsqueda frenética a través de Internet: lo primero fue teclear su verdadero nombre (Mercedes Fernandez Irigoin) en el facebook. Aparecieron centenas de Mercedes Fernandez: chicas dominicanas, venezolanas, en bikini en una playa preciosa, chicas en un mirador acompañadas por morenos de pelo enrulado, lentes y gorras de baseball, chicas comiendo jugosas sandías en un parque, chicas cordobesas, dos o tres porteñas que por edad o facciones me obligaban a dejar su imagen atrás para que mi retícula visual avanzara, como un tiburón exhausto, sobre las otras chicas de la lista interminable. Al final envíe solicitudes de amistad a dos que, o no tenían foto de perfil o el acceso a su información estaba protegido. Una me aceptó a las pocas horas (no era Lupe) y la otra, mediante un mensaje privado, me preguntó quién era yo y que quería con ella. Cuando le expliqué me contestó que no me conocía y entonces se acabó toda posibilidad de dialogo. A mí me gobernaba una única obsesión: encontrarla a Lupe. Ante mi primer fracaso, no desistí pero en el google tampoco encontré pistas claras. El único rastro interesante fue el de un usuario de una página llamada Talked.com, un site de citas en el cual, una tal Mercedes Fernandez Irigoin, cuyos datos coincidían con los de mi Mercedes, había estado activa hasta hace 65 días. ¿Qué eran dos meses ante el punch de tiempo que se había rebalsado desde los 18 años hasta ahora? Decidí asociarme y después de completar un extenso fichado con mis datos personales le dejé un mensaje que nunca me respondió. Lo que si recibí a cambio fueron reiterados correos basura de talked avisándome de contactos con rangos de edad, pasatiempos o gustos musicales parecidos a los míos. En resumen, una gran perdida de tiempo.


***


Tuve que esperar bastante en la puerta de una oficina cerca de la avenida Constituyentes y General Paz. Delante y sentados sobre una larga fila de sofás incómodos, había diez tipos grandotes, la mayoría con el pelo rapado o peinados con gel, musculosos, con jeans y remeras ajustadas. Pero no todos eran freaks, exagero, dos o tres eran pibes normales, probablemente sin trabajo, que acarrearon sus cuerpos hasta el segundo piso de la productora Triple X. Y estaba yo, gobernado por otro tipo de deseo, más bizarro aún, aguardando que llegara mi turno. Me miraban. O nos miraban, en realidad, y no tardé en descubrir que ellos temían, los freaks, que nosotros, los flaquitos, tuviéramos grandes pijas engarzadas dentro de nuestros boxers, enormes aparatos de reproducción que contrastaran con nuestra aparente debilidad corporal. ¿Y las chicas? Las chicas no estaban en ninguna parte. O las habían citado para otro día, lo que era lo más probable, o permanecían en otro sector de la productora. Yo quería, necesitaba ver a esas chicas anónimas, clandestinas, fantasmales. Imaginaba también que, después de la presentación de rigor, nos harían pasar a todos al set de filmación. Por una puerta entraría Lupe y me vería desnudo y tendría que fingir, por algún motivo inexplicable, que no nos conocíamos. Entonces garcharíamos enloquecidos enmascarando nuestra verdadera identidad como miembros de una logia secreta: ella sería Lupe, yo Pornomanu.

Al fin, después de media hora, llegó mi turno.

Vení, sentate, mi nombre es Esteban me dijo un muchacho prematuramente calvo cuando entré a la oficinita. Después miró mi cv (no se me había ocurrido enviar otra cosa) y en su notebook, según me explicó, se puso a buscar el archivo con las fotos que le había enviado. Eran tres, desnudo, en el baño de mi casa frente al espejo.

– No tenés una fea pija – dijo con una sonrisa – ¿pero te la bancas con esto? Mirá que no es para cualquiera.

– No sé, quiero probar, creo que sí.

– Contame algo de vos.

Le expliqué a qué me dedicaba y exprimí toda la actividad física que había hecho a lo largo de mi vida. Conté, también, como si eso pudiera acreditarme para algo, que ya conocía el material de la productora y que me entusiasmaban sus películas.

– Más que un actor, vendrías a ser un cliente – dijo Esteban.

Entonces decidí contarle la verdad.

– Soy el ex novio de Lupe, una de las chicas que filmaron… – empecé a decir y no supe bien como continuar.

Esteban me miró un momento, muy serio. Después alargó la mano, levantó un intercomunicador y le dijo a alguien que viniera en seguida. Nadie dijo nada hasta que otro tipo, con camisa oscura manga corta y varios tatuajes que le cruzaban los brazos, entró y preguntó que pasaba.

– Este loquito dice que es el novio de Lupe.

– ¿Qué Lupe?

– Lupe, la misionera, boludo.

– Primer novio – aclaré.

– ¿Y que quiere?

– No se, preguntale.

– ¿Qué querés pibe?

– Nada, o si, encontrarla…

– ¿Me estás cargando?

– No, en realidad vine, no se bien a que vine, quería ver como era todo…

En ese instante, como si los dos hubiesen recordado el momento en que Lupe hablaba de mí en la previa de la escena, comenzaron a mirarme de otra manera y a hablar más despacio, tranquilos. Pensé que al fin habían entendido. O no habían entendido nada. Pensé en volver a pedirles algún dato sobre Lupe pero en lugar de eso dije que mejor me iba, que ya no aguantaba más.

– Vos la querés ver a Lupe, entonces… – dijo el tipo del tatuaje y luego lo miró a Esteban.

Yo me levanté, abrí la puerta y salí al pasillo. Mientras bajaba las escaleras escuché que alguien me gritaba. Esperé apoyado contra la baranda. El hombre de los tatuajes me alcanzó un papel con un número de teléfono. No dije gracias, corrí hasta la salida y aspiré una gran bocanada de aire caliente que atravesó mi garganta. Caminé algunas cuadras y entré en un locutorio que también vendía libros usados y dvd truchos apilados sobre una mesa de madera. Pedí una cabina y poco después de marcar, cuando esperaba el sonido del llamado, la voz de una operadora me dijo que el teléfono pertenecía a un cliente en desuso, o algo así.


***


A los dos meses abandoné mi trabajo como administrativo del Conicet. Me había cansado de completar fojas con los datos de los postulantes, corroborar fechas de vencimiento de becas, viajar al microcentro, lidiar con graduados de letras que, en lugar de recibir x cantidad de dinero por una investigación que siempre parece retrasarse – de ahí las infinitas prórrogas – deberían irse al Chaco y hacerse yerbateros. También abandoné, solo por ese breve lapso de tiempo, mi rutina con el porno: dejé de pensar en gangbangs torneados con lenguas de fuego y mirar videos de japonesas teniendo sexo interracial con negros que hablan en slang. Tuve algunas entrevistas laborales realmente horribles en las que pedían asesor de producción en editoriales, administrativo en universidades privadas, bedel en Lomas de Zamora, redactor para notas de salud. Visité conclaves aduaneros para chequear containers en el puerto, repartí folletos para clases de teatro, hice algunas otras cosas que nunca había hecho y por las cuales me pagaron bastante mal; también trabajé, exactamente 21 días, en la feria del libro. Pensé en irme de viaje por Latinoamérica a probar suerte, como muchos de los pibes que, al bordear los 30 y al pelearse con sus novias, entran en crisis y sufren un crash mental. Tuve ganas de hacerme adicto a la cocaína pero al poco tiempo me arrepentí al comprender el estado lamentable en que se encontraba Leo, aquel amigo que, un tiempo atrás, me había recomendado aquella página porno tan famosa. Me junté bastante con mis otros amigos y, durante la época reluciente de pokerstars, llegué a jugar noches enteras para ganar un puñado de euros que, hasta ahora, nunca retiré de mi monedero virtual. Todavía no sé si aquella fue una época feliz o qué. Lo cierto es que me moví bastante. Todo eso se acabó cuando recibí un mail y acepté una de tantas invitaciones de amistad en el facebook. Ya no las miro, solo acepto. No se cuanto tiempo pasó hasta que descubrí que esa chica era Lupe. Recuerdo que había revisado mi lista de amistades para borrar aquellas que no me interesaban y entonces me di cuenta de quién se trataba. Su usuario era raro y por eso no había aparecido en mi búsqueda: mercedesfi. Entonces miré todas sus fotos, todos los comentarios, hasta donde pude, que tenía en su muro, revisé una a una sus amistades con vocación de herbólogo. Intenté imaginar que hacía, donde vivía, el motivo por el cual me había agregado. Después le escribí un mensaje, le pregunté como estaba. Nos escribimos durante cuatro días consecutivos. Ella siempre me respondía durante la mañana, yo, por las noches, porque es el momento en que siento que pienso mejor, que logro articular lo que tengo adentro.

Arreglamos para encontrarnos el jueves por la noche en un bar cuyos dueños son franceses, en la calle Tucumán. Llegué tarde y ella me esperaba. Lupe estaba bastante parecida lo que yo recordaba, o a la Lupe del video porno, lo que es mas o menos lo mismo. Es decir: Lupe y Mercedes se me confundían y me costaba mucho diferenciar a una de la otra.

– Hola Manu – me dijo.

– Hola Mercedis – dije yo.

Después de saludarnos, y, como el día de otoño era bastante caluroso, tomamos unos tragos en una terraza grafiteada y llena de plantas. Hablamos mucho. Recuerdo que ella me contó algunas cosas que yo ya conocía pero me las contó igualmente, como si nunca me hubiera dicho nada sobre su familia o el campo de sus padres en Mercedes. En algún momento pensé que tenía que decirle la verdad y le conté toda esta historia, cada cosa que había hecho en los últimos meses y cómo había llegado a su video porno.

– Me lo imaginaba – dijo ella y agregó– ¿Querés que vayamos a un telo? – y no hizo falta que nadie diga nada porque nos levantamos apurados y salimos del bar.


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9 comentarios:

Lucila dijo...

Jajaja, me guuusta!

Lo único: yo soy de la generación que creció leyendo finales como éste, eh, no es que no, pero... le daría una vueltica más.

Estás escribiendo cada día mejor, chabónn.

Martín dijo...

Si, en una de esas podría terminarlo con él diciéndole que le gustaría hacerle todas las cosas que vio en el video. Y ella:

-Bueno, dale - dijo Mercedes - Pagá y vamos a un telo!

Anónimo dijo...

ay, siempre se vuelve al primer amor... genial el cuento. abrazo

Lucila dijo...

Sí. O que le proponga ser socios.

Martín dijo...

Que bueno Anónimo!

Socios en el garche Lu? Mmm... preparate que cuando vea tu obra me voy a pasar media hora proponiéndote finales alternativos.

Lucila dijo...

Ok, te voy a decir siempre ''Vamos Martín, perrrrfecto''.

Además la obra anterior me la hiciste mierda, no sé qué te hacés el no sé qué, cara de papa.

(Yo no quiero ser botona, pero tu blog es muy grosero, la palabra de confirmación que me aparece acá abajo es gaver, qué zarpadito eh)

Noe dijo...

me gusta, me gusta, me gusta jaliliiiiiiiiiii

es auténtico, habla directamente desde donde nos movemos. wiii.

Anónimo dijo...

y le cambiaste el final! jaja igual sigue siendo muy genial. más optimista, saludos

Martín dijo...

No marques tanto la vibrante doble que no me la voy a creer cuando me digas "perfecto" o "hermoso", Lula. Igual mentira, tenés free pass para criticar vos.

Vamos Noe!

Y vos anónimo, me intriga tu identidad secreta.