Entre Derek Zoolander y el Anti-arte: sobre El artista, de Michel Hazanavicius

1. El artista (Michel Hazanavicius - 2011) cuenta la historia de George Valentin (Jean Dujardin) una gran estrella del cine mudo que ve declinar su carrera ante la llegada del cine sonoro. A partir de este pasaje, El artista construye un poderoso relato que reproduce el universo cinematográfico de los años veinte. Como ya ha anotado la crítica especializada, sus aciertos son variados: planos muy bellos que contemplan las técnicas de composición de antaño, actuaciones impecables - desde la pareja protagónica, interpretados por el propio Dujardin y Berenice Bejo en el papel de Peppy Miller, hasta la gran constelación de personajes secundarios que incluye a John Goodman y a Penélope Ann Miller, entre otros - un guión preciso y cierta fascinación por plasmar una experiencia cinematográfica del pasado: el cine mudo. Por estos y otros motivos, la película ha recorrido festivales de todo el mundo cosechando decenas de premios, entre ellos, el premio mainstream por excelencia: Mejor Película en la última entrega de los Oscar. Sin embargo, el film de Hazanavicius obliga a una lectura más profunda.

2. La obra literaria de Joseph Conrad es especialmente crítica con el modus operandi de la política colonial del imperio británico a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Cuando Conrad se convierte en autor canónico de la literatura inglesa y la corona glorifica su producción, el poder crítico de su obra se desvanece. Hazanavicius no es Conrad, ni El artista es El corazón de las tinieblas. No hablamos aquí de méritos artísticos, sino de las decisiones de un autor en relación con la época que lo contextualiza y su posición crítica ante determinado engranaje: el Colonialismo, por un lado, Hollywood, por otro.
El arco temporal que propone El artista recorre desde los primeros años de la década del veinte hasta finales de los años treinta. El ocaso del cine mudo es análogo con el derrape de Valentin. Los cambios en la técnica y la dinámica de la industria - que, naturalmente, obedece a la lógica capitalista - exigen reemplazar lo viejo por lo nuevo. Como ya ha anotado Boris Groys, la novedad alimenta el deseo de los consumidores. El director y productor codicioso pero, al final, simpático, Al Zimmer (John Goodman), le dice a George Valentin: "Esto es el futuro", mostrándole un pequeño trailer sonoro. Valentin retruca: "Si esto es el futuro, no quiero formar parte de él". Valentin no solo es incapaz de leer la dinámica de su propia época, sino que él mismo cristaliza lo añejo, lo que está por desaparecer. Es, en suma, lo desechable porque no puede reconvertir su "arte" para que este sea usufructuado en un nuevo estadio de consumo. Hazanavicius no machaca sobre el sistema de producción del cine mudo, sino que, bajo el prisma de su personaje principal, parece criticar la lógica industrial y el estatuto del éxito, al transitar el estrellato y posterior olvido de un actor. Pero, en realidad, todo esto es una siniestra pantomima, un truco de distracción.

3. Ahora bien: aquel actor de cine mudo, Valentin ¿es realmente un artista? ¿Dónde está su arte? ¿En sus morisquetas y su capacidad para gesticular? ¿En el brillo y la gracia que transmite a través de la pantalla? Pantalla que, naturalmente, es doble, por ser un meta discurso sobre el cine mismo. Pero aquí hablamos de Valentin, y no de Dujardin, quién lo interpreta. Retomemos: ¿Por qué Hazanavicius significa a Valentin como un artista, cuando su arte, en suma, está íntegramente puesto al servicio del público y de la industria cinematográfica? Cuando su proyecto independiente fracasa, Valentin se derrumba. Antes, en pleno estrellato, las marcas de su gloria son sus cuadros, su mansión, fotos que no firma - lo hace Clifton, su chofer - estatuas, al fin, objetos. ¿Qué es un artista para Hazanavicius? ¿Qué es lo que nos remarca con su personaje? ¿Hay, en él, algo más que sed de éxito y pura materialidad?
Hacia el final de la película, George Valentin es rescatado de la pobreza y la depresión por Peppy Miller, la nueva estrella de la compañía, quien convence al productor Zimmer de contratar nuevamente a Valentin. La antigua estrella, devorándose su orgullo, explota lo único que todavía le queda: su carisma. Entonces danza como un mono amaestrado ante los gritos de los sonidistas. Así, de manera fantástica, Valentin completa su transformación en Derek Zoolander.

4. La industria del cine se encuentra, desde hace algunos años, en un momento semejante. Después de largos años sin grandes transformaciones técnicas, llegó el cine en 3D. Este nuevo formato busca salvaguardar a la industria de los grandes cambios de consumo que han generado las nuevas tecnologías. Es decir, la nueva dinámica de consumo cultural generada a partir del libre flujo de la información. La transformación del cine mudo al cine sonoro que propone El artista, dentro del marco industrial que derivó en la edad de oro holliwoodense, glorifica al cine y al sistema de producción que se ha mantenido vigente hasta hoy. Este sistema es el que sostiene la ley SOPA, el cierre a Megaupload, el bloqueo a Cuevana, la persecución por parte de las agencias de inteligencia que, centralizadas, operan en contra de las plataformas de intercambio de archivos. De esta manera, la Academia, compuesta por grandes dinosaurios, conservadora y nostálgica, no acepta otra modificación que no sea la del pasaje de una técnica a otra: de lo mudo a lo sonoro, del 2D al 3D. Hasta aquí se estira su perspectiva. Hasta aquí, habría que repetir, "su generosidad". Valentin, preso de esta constelación, no podría jamás haber tenido éxito dándole la espalda a Zimmer. Por eso Valentin no puede ser independiente. No tiene alternativas: el fracaso o el regreso a la industria del dinero.

En el último número de Esto no es una revista

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