Literatura y trabajo

I


Hace algunos años, exactamente en su número de febrero de 2008, la revista virtual El interpretador realizó una encuesta a un amplio grupo de escritores argentinos y los consultó en relación al tándem literatura y trabajo. El cuestionario abarcaba tres secciones – uniformes a todos los encuestados – de las cuales me interesa especialmente la primera: ¿Vive usted de la literatura? ¿Qué lugar ocupa en su modo de ganarse la vida? ¿Qué otros trabajos hace o ha hecho?

Los autores consultados constituían un amplio abanico que cruzaba tres generaciones (desde Alan Pauls, Daniel Link a Nurit Kasztelan), distintos géneros (narrativa o poesía: más allá de si los límites entre uno y otro género se borronean en términos conceptuales, en relación al mercado, la distinción no solo existe sino que suele ser fundamental) un variable caudal de producción y complejas posiciones en relación al mercado y la academia. Los unía, en cambio, su condición de escritores argentinos contemporáneos.

Ahora bien, tomando este recorte se pueden pensar las condiciones de producción del ejercicio literario. A manera de conclusión, ninguno de los autores aseguró vivir de la literatura en el sentido estricto del término, es decir, en términos económicos, ya sea a través de derechos de autor o anticipos editoriales. En un sentido amplio, a veces “ganarse la vida” equivalía a tareas relacionadas con la escritura: edición, corrección, talleres, docencia, etc. Como dice Bárbara Belloc: “Sí, vivo de la literatura en esas zonas sin valor de cambio (la vida personal, la imaginación, las conversaciones, la correspondencia, esos infinitos lujos privados y al margen), y no vivo de la literatura en términos estrictamente materiales, sino de prácticas diversas de la escritura (el ghost writing, la edición, el periodismo, los talleres)”


II


Juan Martini, en una de sus últimas participaciones en el blog de la editorial y librería Eterna Cadencia, escribe que, para llegar a las editoriales grandes, se necesita la recomendación expresa de autores consagrados o de críticos reconocidos. Menciona, también, el cartel que solía estar en la ahora inexistente Editorial Sudamericana: “No se reciben originales”. El problema es, una vez más, las condiciones materiales de producción: la literatura argentina contemporánea no se vende. Esta tensión se expresa de distinta manera en cada escritor. Tomemos dos ejemplos que, por sus antagonismos, resultan atractivos: Alan Pauls y Juan Terranova. Para Pauls la literatura es (y no debe dejar de ser) un plus y un lujo y en este punto radica su valor. Dice Pauls: “Todos los escándalos del mundo literario siempre tienen que ver con la relación equívoca que la literatura mantiene con el dinero”. Aquí aparece una percepción crítica que se fundamenta en la no asimilación de cierta literatura (o las complejidades propias de una actividad y sus relaciones con el dinero) digamos no pasteurizada, al aparato económico y la correspondiente asignación de valor que posee la obra. Es decir: en su condición de escándalo está su condición de valor y también, el reconocimiento o no de una gran obra. Pero también, a partir de este comentario, se hace visible el aparato lector de Alan Pauls que no deja de leer en términos propios de la crítica literaria. Alan Pauls es primero crítico, luego, escritor. De alguna manera, en él, se suele menospreciar lo primero en favor de lo segundo. Recomiendo leer aquí sus excelentes trabajos sobre cine y sus artículos sobre el crítico cinematográfico francés Serge Daney.

Juan Terranova, por otra parte, toma posición desde otro lugar: representa al escritor que decide escribir novelas porque se pagan más que los libros de relatos. Lo hace y lo dice, lo repite una y otra vez para que no queden dudas. Terranova se ubica, en este sentido, en una tradición que comienza con Horacio Quiroga y los primeros intentos, a principios del siglo pasado, en pos de la profesionalización del escritor. Terranova es licenciado en Letras egresado de Puan y tal vez por este motivo asume posiciones de choque y reiteradas polémicas (que a su vez parecen alimentar su engranaje productivo) ante la vida académica y la facultad de Filosofía y Letras, la generación de escritores inmediatamente anterior (Pauls, Kohan) la narrativa que parte de intuiciones teóricas y todo progresismo revisionista. Lo suyo es la vitalidad, la potencia, la energía y la velocidad. Su primera novela, El caníbal, narra las peripecias de un joven – que puede homologarse al propio Terranova – en busca de publicar su primera obra.

Naturalmente, si para Pauls la pregunta sobre literatura y trabajo dispara percepciones críticas sobre el valor, para Terranova, la literatura es trabajo, dinero, y, en todo caso, un modo de ganarse la vida.


III


La aparición de nuevos dispositivos de interacción virtual como el blog abre un abanico, ya sea para la publicación de obras inéditas de nuevos autores pero también para ejercicios de crítica literaria. Si la literatura mantiene relaciones periféricas con el dinero: ¿Cómo funciona la crítica literaria? Primero una aclaración: los críticos son agentes de mediaciones, que otorgan valor y puede decirse que son funcionales al mercado. La crítica literaria, en este punto, interviene e interactúa en el ámbito cultural, ya sea la crítica académica, la crítica en medios especializados y la crítica o reseñas de libros recibidos. Ahora bien, la existencia de blogs, más o menos anónimos, supone un entramado de circulación y producción ajeno a los grandes suplementos culturales (revista Ñ, suplemento de La Nación o Página 12) pero aquí la relación suele ser todavía más perniciosa que la gratuidad y la insolvencia de la producción narrativa. Para empezar, ya no basta la pregunta: ¿Cuánto se paga una reseña en un suplemento cultural? O ¿Con cuanta asiduidad se colabora en dichos suplementos? El blog (o cualquier otro trabajo crítico “subido” en una plataforma virtual) supone un corrimiento todavía mayor de esta lógica. Pero, por supuesto, todo es más complejo. Imaginemos a un crítico joven al que llamaremos X. Las editoriales independientes le envían al crítico X, usuario de un blog o revista determinada, la novedad editorial con la condición de escribir una reseña, no una nota, ya que esta no tiene la suficiente inferencia en relación a las posibilidades comerciales del libro en cuestión. Es decir: una reseña atrae lectores, una nota de un autor desconocido no atrae a nadie. La asignación de valor, para X, no es ya una suma monetaria sino meramente recibir el libro. Y la reseña debe ser positiva, de otro modo no habrá futuros envíos editoriales. Quedará, en algún punto, la esperanza de X de ascender a una colaboración en alguno de los grandes suplementos literarios. Ahora bien, una observación: ¿Es posible para X sustraerse de dicho entramado y realizar una crítica que no sea complaciente y acomodaticia?


IV


Considerando los apuntes de arriba, una intuición: los blogs, entendidos como espacios preferenciales de producción y circulación textual, fueron cooptados con facilidad. El movimiento blogger se derrumbó cuando las posibilidades que abría, por su hipotética pluralidad, admitían un futuro más enriquecedor, al menos en lo que involucra a la crítica literaria. Cabe una fórmula: independencia crítica e intereses editoriales no van de la mano. En un pequeño blog, o en un gran medio, sucede idem. Los blogs, a fin de cuentas, no consiguieron revolucionar al periodismo cultural con su supuesta democratización informativa. Estos por lo general se mercantilizaron para obtener algún rédito económico (lo que plantea, una vez más, y lo hará siempre, las ambiguas relaciones entre escritura y dinero) y así se limitaron a convertirse en meros difusores de marcas e intereses. Sin olvidar que, en muchos casos, los blogs más visitados corresponden a periodistas ya instaurados en el medio cultural o a espacios promocionados por los propios suplementos culturales. Cabría discutir en este punto si la herramienta blogger ha sido fundamental para el crecimiento de nuevos emprendimientos editoriales a menor escala y, a su vez, para una ampliación de la oferta cultural, lo que permitiría el acceso de nuevos autores a nuevas editoriales independientes. Aquí, tal vez, radique su importancia.

Publicado en Orilla Sur.

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4 comentarios:

Shalena Mitcher dijo...

Essaaaaaaaaa.

Bueno, me acordé de la gordi y me puse a desgrabar; es re pertinente:
"Yo detesto el bloc, te lo digo, estoy en contra del bloc. No hay pelotudo que no tenga un bloc, y ponelo en negrita: en la Argentina no hay pelotudo que no tenga un bloc, o sea que no entro en un bloc así nomás. La mayoría de los que escriben blocs, un buen jefe de redacción les daría una patada en el culo y los echaría por la pésima prosa que tienen. Es decir, no es cuestión de decir "ah, yo no escribo en ningún diario,en ninguna revista y me voy a poner un bloc" No, flaco, hay que saber escribir también, si no no le hagas perder el tiempo al que te lee, no lo agredas con tu mala prosa. Ese democratismo me parece realmente agraviante con el lector."

Martín dijo...

Es curioso, pero creo que cada cierto tiempo (y creo que la gorda lleva la cuenta de los días) se le sale la chaveta y arma bardo: esto de los blocs, aquella nota sobre la novela de Saccomano y porque no lo leen en Puan... trancu gorda, trancu, que las contratapas de Página te revivieron!

jamastuve dijo...

Uh, el tema me encanta. Hay mucho que se puede decir sobre esto, y solamente me queda en claro que en mi puta vida voy a recibir dinero por escribir poesías. Es imposible.

Sobretodo porque le hago honor a los bloc jajajajajaja.

La poesía y los poetas son el ejemplo claro de que en relación con el dinero siempre salen perdiendo, y Rimbaud traficando armas en Africa el simbolo de su moneda.

Patricio Eleisegui dijo...

Cómo andás, Martín. Es interesante lo que planteás, aunque hay ciertas aseveraciones que no siempre se condicen con ciertas situaciones de la realidad que utilizás para ejemplificar tu apreciación.

Una muestra: en el caso crítico X, das por sentado que una editorial independiente envía un libro a cambio de una reseña positiva. Y que si esta no se desarrolla de ese modo… no habrá más envíos editoriales.

Bueno, ahí el enfoque es erróneo: el grueso de las editoriales independientes que, por ejemplo, podés ubicar en Capital Federal, no fueron concebidas con el fin de pegar un salto económico. Los casos son múltiples. El postulado básico de esos emprendimientos es, en principio, la edición de las mismas personas que impulsan el sello.

Ahora bien, ¿te parece que una editorial independiente, sin llegada a los grandes circuitos de distribución, con ediciones hechas a pulmón y demás, que publica a desconocidos, puede ejercer presión respecto del contenido que desarrollará el “reseñador”? ¿Cuáles serían las ganancias o pérdidas que recibirá el escriba por estar un lado u otro del alambrado?

También hay un equívoco en cuanto a dar por sentado que un “reseñador” de blog elabora una crítica pensando en llegar a los grandes suplementos literarios. Si de algo no se nutren los diarios es, precisamente, de gente que escribe de forma independiente en la web. El circuito para acceder a una colaboración en un medio es otro.

Después hablás de un movimiento blogger que, como tal, nunca existió. Y, por ende, jamás podría haberse derrumbado. Que los blogs no pudieron revolucionar el periodismo cultural –si es que esa debía ser su finalidad básica– sí me parece un acierto. El inconveniente ahí, creo, radica en que muchos de los literatos que se volcaron a administrar un blog olvidaron que la web es otro formato.

Y que, como tal, hay que generar otro tipo de contenidos. En otro formato y con reglas propias. Igual, me parece bastante reduccionista considerar que todos los blogs culturales terminaron transformándose en meros difusores de marcas e intereses. Quizás el error sea creer que los blogs a considerar son los más visitados o los que “corresponden a periodistas ya instaurados en el medio cultural…”. Quizás el error sea tratar de ser terminante con algo tan inabarcable e impreciso como lo es el ciberespacio.

Patiné con la extensión. Te pido disculpas. Abrazo, nene.